Noche de verano - espléndida por cierto - en un bodegón de San Telmo. Suena una guitarra flamenca y un zapateo rítmico hace vibrar el "tablao". Lánguida, la voz gitana de la cantaora entona una sevillana. El estribillo hace eco en mi mente: "Ay, que dolor. Ay, que dolor. Ay, que dolor!!"
Muchos años después, en otros tiempos y con otra gente cerca mío, me encuentro en esta noche que bien podría ser de verano, muy a pesar de lo que dice el calendario, recordando el estribillo que resuena en mi cabeza con un dejo de nostalgia.
Cómo explicar lo que se siente cuando uno mismo reniega de sentirse así? Cómo me explico a mi misma lo que me está pasando si no quiero que me pase? No lo sé.
Simplemente puedo intentar comprenderme y hacer lo posible por consolarme, siempre siguiendo adelante y tratando de mirar lo menos posible hacia atrás.
Pero antes... un último racconto. Sólo para tratar de entender.
Para tratar de comprender por qué no quiero quererte más, por qué me duele tanto que estés tan cerca y al mismo tiempo infinitamente lejos. No son celos, no te confundas. Los celos son una explosión de bronca, un deseo de poseer, lo que yo siento es el insoportable dolor de amarte aún
sin tenerte. El dolor indescriptible de los que lloramos en silencio, sabedores de que el objeto de nuestro amor será de cualquiera, menos nuestro. Y lo aceptamos con resignación, sin decir palabra alguna en contra de un destino que se nos antoja macabro e injusto. Nunca haremos
uso del "ojalá no te hubiera conocido" ni nos quejaremos al Altísimo por la dura prueba que nos pone en el camino. Este amor - claro como una lámpara, simple como un anillo - se resistirá a morir casi tanto como nosotros a hacer caso los impulsos que nos provoca. Yo sé que nunca voy a decirte que te amo. Prefiero renunciar al alivio de dejarlo salir en pos de conservar la poca dignidad que me queda. Pero también sé que me voy a morir preguntándome qué hubiera pasado si te lo hubiera dicho, así como cada mañana me despierto preguntándome si solamente fue un sueño o todo pasó en realidad. Aunque 2 segundos después me de cuenta de que el único lugar en el que podrías quererme así es en mis sueños.
Espero, de todo corazón, que ella te quiera como yo, o aún más si es eso posible. Que sea todo lo que yo no puedo ser en tu vida, que te haga sentir en la cima del mundo. Te deseo que nunca puedas entender ni experimentar lo que siento yo, ese nudo atroz en la garganta, la falta de aire, el ardor en los ojos que anticipa el llanto, la opresión el el pecho y la terrible angustia mental. Ojalá que nunca tengas que decirle a quien amás que querer te envenenó el alma, que te destrozó y te dejó con el corazón en la mano.
El 2005 se muere de a poco y se supone que formulemos deseos auspiciosos para el 2006. Los míos voy a tomarlos prestados de Silvio Rodríguez... si tengo suerte, quizás se hagan realidad.
Ojalá
Silvio Rodríguez
Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan,
para que no las puedas
convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que
baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre.
En todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.
Ojalá que la aurora, no dé gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre, se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de
camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
En todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.
Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
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