Con el torno a ritmo de murga

{ lunes, 10 de diciembre de 2007 }
Cuando los de odontología egresan, los cuartos estériles y los sillones inmaculados se llenan de témpera y se sacuden por un rato la solemnidad. El silencio se rompe en mil pedazos con los cantitos de cancha y los flamantes "dentistas" derraman lágrimas de alegría con tanta intensidad que se olvidan de todas las veces que la Facultad los hizo llorar de tristeza.
El olor a huevos podridos de la victoria reemplaza por un instante ese penetrante aroma a Eugenol que parece ser la marca registrada de cualquier consultorio y una asquerosa lluvia de alimentos vencidos cae sobre los antes humillados estudiantes, convirtiéndolos mágicamente en colegas del mismo tipo que no los dejaba entrar a cursar si el explorador que traían era de la marca equivocada.
Todos se ensucian - egresados, familiares, amigos y transeúntes - y al mismo tiempo se enjuagan el alma, abrazan el sueño que la cursada de 8 a 20 hacía creer imposible. Son libres... y lo demuestran dando la vuelta olímpica alrededor del edificio, bajo la mirada de desaprobación de los bustos de la entrada.
Entonces, como por arte de magia, los tornos empiezan a girar con un ritmo que suena a murga. Se agitan las banderas, se salta sin control... y los vecinos salen al balcón, decididos a no perderse el maravilloso espectáculo que tiene lugar pisos más abajo: una horda de hombres y mujeres de ambo blanco - que una vez estuvo inmaculado - despidiéndo un olor insoportablemente fétido y bailando como si la vida fuera sólo ese momento. Y para ellos, lo es.
Cuando egresa un odontólogo, el mundo se detiene y le da licencia para olvidarse de todas las normas de higiene y salubridad, las bocas se abren sólo para hablar de alegrías o felicitaciones y los dientes sólo tienen importancia si son parte de una sonrisa que les dirige un ser querido.
Es un evento que se repite todos los años y que vale la pena presenciar... pero cuando quien se recibe no es simplemente "una odontóloga", sino una prima que es amiga, hermana, cómplice y compañera de aventuras, es un acontecimiento histórico. Es un evento fantástico e irrepetible que demuestra que todas las lágrimas, todo el esfuerzo y todo el sufrimiento valen la pena, cuando están puestos en la persecución de algo que se quiere con cada fibra del cuerpo. Es el incontenible orgullo de conocer en carne propia a quien enfrentó a los peores demonios y salió vencedora indiscutida. Es confirmar que - a pesar de todo - lo que está destinado a suceder, inevitablemente sucede.
Y lo mejor de todo es haber estado ahí para compartirlo con vos.


A todos los que se recibieron el 03/12/07, con los mejores deseos.-

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