Fue reconfortante encontrarme con brazos nuevos, que esperaban abiertos de par en par mi llegada. Creo que por primera vez valoré de verdad su sonrisa, su calidez y su ternura.
Descubrí esa noche que cuanto más lo conozco, más lo quiero conmigo.
Siempre creí que la atracción es algo que te pega de lleno, como una ola de calor. Pensaba que era imposible anhelar un vínculo con quien no me deslumbraba de entrada.
Debo decir que, al menos con él, me equivoqué groseramente. Todos los días me sorprende con algo nuevo... y para mejor.
En un principio, cometí el error de subestimarlo. En mi experiencia, los hombres que se desviven por una tienden a humillarse cuanto sea necesario en pos de satisfacer nuestros caprichos. Yo estuve tentada de medir el límite. Supongo que fue una prueba para descubrir si me encontraba ante un "felpudo" (perdón por el término, pero no quiero caer en hipocresías... chicas, ustedes me entienden!!), necesitaba saber si era de la especie de los "Sí, querida".
Bueno, digamos que me tuve que bajar del caballo del divismo, porque no le gustó nada. (Afortunadamente!!) Nunca me pusieron los puntos con tanta sutileza!!
Ahora me pregunto qué se hace con un hombre así. ¿Es posible renegar de alguien que nos quiere, nos respeta, nos da los gustos sin perder la dignidad, se interesa por cada cosa que pasa en nuestra vida, no es celoso ni excesivamente posesivo, nos hace reír hasta las lagrimas, nos cuida y nos trata con ternura sin herir nuestra independencia? En rigor, se puede... de lo que no estoy segura es de poder hacerlo sin sentirme la mujer más idiota de este mundo.
Y no, no es Adonis. No es esa clase de hombre que hace inevitable que nos demos vuelta en la calle al verlo pasar. No es ese chico que sonríe y nos mira con sorna en el colectivo, es más de la clase de hombre que nos da tranquilidad que esté esperando en la misma parada que nosotras. Es de esos que - cuando te abrazan - te hacen sentir adentro de un camión blindado.
Sin embargo, cuando lo miro a los ojos siento que Adonis tiene mucho que envidiarle.
Restará, entonces esperar y ver si es éste el hombre que me hará abandonar la soltería y junto con ella mis miedos y fobias... aunque todavía no me atreva del todo a decir "Ojalá que sí".
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