Continuando con la saga 'educativa' para hombres (Ver "No es bueno que el hombre esté solo...) hoy me propongo develar ciertos pormenores referidos a la interacción íntima. Reitero la advertencia que he efectuado anteriormente: este post está escrito en tono jocoso, con lo cual nadie habrá de sentirse ofendido y mucho menos tomar al pie de la letra lo que aquí se expone... esto es simplemente un parecer, hijo de las magras [(léase casi dos) jajaja] experiencias que quien escribe ha tenido en sus 21 años de vida.
Error nº 1: Falta de delicadeza o NO son pelotas de fútbol!!!!
Es de lo más común que ciertos atributos femeninos resulten bastante maltratados mientras arde el incontrolable fuego de la pasión. Es, asimismo, comprensible que ustedes - que tienen más fuerza que nosotras - no se den cuenta de que están cayendo por la barranca de la brusquedad.
Ahora... hay cosas que son simplemente crueles!! Cada una sabe cómo le agrada que la toquen, pero creo que la mayoría coincidirá en que el método "Exprimiendo una naranja que me olvidé hace un mes en el freezer" no es de lo más placentero.
A ver señores, piensen en aquellos lugares en que no les da el sol... e imaginen que alguien se empeña en apretujarlos y retorcerlos con saña ¿Es eso remotamente agradable? Eh? Eh? Ahhh... ven!! No es tan divertido ahora, no?
Mi consejo: si notan que la chica que los acompaña está llorando de dolor, es el momento de ser un poquito más delicados!!
Error nº 2: Lesiones graves
Todos disfrutamos de alguna mordida propinada con justeza, más cuando la consecuencia de esa mordida es un espantoso moretón púrpura, la cosa cambia un poco. Generalmente - y salvo que vuestra acompañante viva sola en un inhóspito rincón de la Patagonia - la marca la obligará a salir a la calle con bufanda aunque haga 40 grados, al tiempo que maldice el momento en que posó los ojos en el perpetrador.
Sucede que las mujeres somos malas... y nunca (por mandato expreso del género) dejamos pasar un moretón sin preguntar con sorna y a los gritos: "Uhhh... te caiste de la escalera y te lastimaste el cuello!?" mientras el millón de personas que viaja en el mismo vagón de tren que nosotras sonríe socarronamente y nos mira con complicidad.
Mi consejo: muerdan, pero tengan en cuenta que existe el delito de lesiones!!
Error nº 3: Desnudando el alma al público
Quieren enojar a una señorita y que ésta les caiga a golpes cual Mike Tyson? Pues exhiban su anatomía en un lugar público!!! Eso les conseguirá una buena dosis de ira y, si tienen suerte, hasta una patada en la ingle.
Ya creo haber dicho alguna vez que hay dos cosas que uno NUNCA JAMÁS debe decir, insinuar o dar a entender a una dama:
1. Que está gorda (así esté embarazada de 15 meses)
2. Que es... digamos... "ligera de cascos" (así trabaje en Godoy Cruz)
Pues bien, levantarle la ropa en público condensa ambas cosas, en tanto la deja como una chica fácil frente a los transeúntes y exhibe las zonas de su cuerpo que la preocupan y la tienen comiendo lechuga desde septiembre hasta abril.
Mi consejo: si la hacen, háganla bien... QUE NADIE LOS VEA!!!
Error nº 4: Toquetear sin ton ni son
Nada peor que un hombre desesperado por encontrar la forma de entusiasmar. Eso de andar metiendo mano por cualquier lado a manera de "ensayo y error" es desagradable, incómodo... y marea!!!! Una no termina de decidir si le gusta que le toquen X, y ya está más salada que una papa frita de Mc Donald's de tanto manoseo.
Más vale ir tanteando con cautela, interpretando gestos y reacciones, que realizarle un chequeo médico a la desafortunada acompañante!!!
Mi consejo: si no saben, pregunten... pero OJO! Nada de groserías del estilo: "Te cabe que te chupe el codo?" Por Dios les pido!
Error nº 5: Sin prestar atención la cosa no va, Doctor, no-va!
Las ansias son a veces muy fuertes, y a uno le cuesta concentrarse y asimilar que quien está enfrente nuestro no es una muñeca inflable. Es lógico que en ciertas circunstancias no podamos pensar con claridad... (si "mientras" están resolviendo una ecuación cuadrática, mejor se visten y se van!) pero muy distinto es emprender la tarea como si estuvieran solos. Es preciso prestar atención por dos razones fundamentales:
1. Para poder crear ese círculo virtuoso que se da cuando la reacción del otro a nuestro estímulo nos estimula
2. Porque si María se siente incómoda probablemente los deje en compañía de "Manuela"Nadie pretende conversaciones filosóficas o revelaciones trascendentales... simplemente interactúen!!!Mi consejo: Traten de prender el radar y captar cómo está su compañera, perciban con el instinto el próximo paso... y van a ver que la expresión de maniquí de Etam desaparece de la cara de ella, dejando lugar a una sonrisa Colgate!!!!
PD: Chicas, no puedo explicarles cómo me reí escribiendo esto!!!!!
Mariposa traicionera...
El conjunto de sentimientos y sensaciones que unen a las personas puede compararse con una mariposa.
A lo largo de nuestra vida nos envolvemos en una crisálida, de la que nace una mariposa distinta para cada ser querido. Una blanca para los amores puros, como el que tengo por mi abuela. Una colorida y gigantesca para los amigos del alma. Una intensamente roja para los hombres que encontramos a lo largo del camino y que despiertan nuestras pasiones.
A cada uno le entregamos una mariposa diferente, esperando que la cuide y la proteja.
Las personas inmaduras, como los niños, tienden a apretarlas con fuerza, lo que inevitablemente las ahoga e incluso aniquila. O quizás, encontrándose superadas por su delicadeza y significación, abren las manos y las dejan escapar. No es posible conseguir que un niño comprenda la importancia que ese pedacito de alma tiene para nosotros... simplemente no sabe lo inusual que es que una pequeña mariposa se pose por propia voluntad en nuestras manos.
Los sabios, como las personas muy mayores, sostendrán con cuidado la mariposa, procurando que tenga el suficiente espacio para volar libremente, pero sin dejarla escapar... pues es demasiado preciosa. La cuidan con su vida, porque saben que es parte del creador, que moriría si se destruyera o la dejaran ir.
Tal y como sucede con las mariposas, nosotros entregamos un cúmulo de delicadas emociones a quienes nos rodean. El amor puede tomar muchas formas, manifestarse en lugares extraños, esconderse en los rincones más insólitos. Damos confianza e incondicionalidad a nuestros amigos. Pasión y desenfreno a las parejas. Sinceridad y ternura a los hijos. Pero todos ellos reciben nuestro amor, en su expresión más pura: en forma de mariposa. Y digo esto porque ese amor está atado al lugar más recóndito de nuestro ser y nos deja frágiles, vulnerables... expuestos.
La pequeñez de una mariposa la hace parecer insignificante en comparación con nuestras dimensiones... pero su magia es inconmensurable. Así es el amor... puede parecer insignificante - como sucede cuando vivimos 'solteros' durante muchos años y lo sobrellevamos perfectamente - pero en rigor, cuando se posa sobre nosotros nos cambia la vida. No podemos ser los que éramos después del amor. Nos toca lo más íntimo, nos ata, nos envuelve, nos ciega, nos inspira. Transforma al gusano en mariposa... hace poesía con lo más desagradable.
Creo que las mariposas no se entregan ni nos son entregadas por cualquiera... para poder darlas hace falta crearlas y en esa creación nos va la vida. Hay que encerrarse en la crisálida y esperar el momento adecuado para salir.
Y mientras escribo esto - y comienzo a preparar nuevamente mi capullo - veo tristemente cómo alguien ha puesto en el viento una de mis mariposas coloradas... "de otro, será de otro... como antes de mis besos".
A lo largo de nuestra vida nos envolvemos en una crisálida, de la que nace una mariposa distinta para cada ser querido. Una blanca para los amores puros, como el que tengo por mi abuela. Una colorida y gigantesca para los amigos del alma. Una intensamente roja para los hombres que encontramos a lo largo del camino y que despiertan nuestras pasiones.
A cada uno le entregamos una mariposa diferente, esperando que la cuide y la proteja.
Las personas inmaduras, como los niños, tienden a apretarlas con fuerza, lo que inevitablemente las ahoga e incluso aniquila. O quizás, encontrándose superadas por su delicadeza y significación, abren las manos y las dejan escapar. No es posible conseguir que un niño comprenda la importancia que ese pedacito de alma tiene para nosotros... simplemente no sabe lo inusual que es que una pequeña mariposa se pose por propia voluntad en nuestras manos.
Los sabios, como las personas muy mayores, sostendrán con cuidado la mariposa, procurando que tenga el suficiente espacio para volar libremente, pero sin dejarla escapar... pues es demasiado preciosa. La cuidan con su vida, porque saben que es parte del creador, que moriría si se destruyera o la dejaran ir.
Tal y como sucede con las mariposas, nosotros entregamos un cúmulo de delicadas emociones a quienes nos rodean. El amor puede tomar muchas formas, manifestarse en lugares extraños, esconderse en los rincones más insólitos. Damos confianza e incondicionalidad a nuestros amigos. Pasión y desenfreno a las parejas. Sinceridad y ternura a los hijos. Pero todos ellos reciben nuestro amor, en su expresión más pura: en forma de mariposa. Y digo esto porque ese amor está atado al lugar más recóndito de nuestro ser y nos deja frágiles, vulnerables... expuestos.
La pequeñez de una mariposa la hace parecer insignificante en comparación con nuestras dimensiones... pero su magia es inconmensurable. Así es el amor... puede parecer insignificante - como sucede cuando vivimos 'solteros' durante muchos años y lo sobrellevamos perfectamente - pero en rigor, cuando se posa sobre nosotros nos cambia la vida. No podemos ser los que éramos después del amor. Nos toca lo más íntimo, nos ata, nos envuelve, nos ciega, nos inspira. Transforma al gusano en mariposa... hace poesía con lo más desagradable.
Creo que las mariposas no se entregan ni nos son entregadas por cualquiera... para poder darlas hace falta crearlas y en esa creación nos va la vida. Hay que encerrarse en la crisálida y esperar el momento adecuado para salir.
Y mientras escribo esto - y comienzo a preparar nuevamente mi capullo - veo tristemente cómo alguien ha puesto en el viento una de mis mariposas coloradas... "de otro, será de otro... como antes de mis besos".
Mágico e invisible
Es de noche y no estás... qué raro es eso! Tu ausencia es un vacío. Dos años de antiguedad tiene este ritual tan nuestro de encontrarnos cuando cae el sol, en un lugar que no existe. Dos años de manos tendidas hacia una nada que, a veces, se volvía el todo. Veinticuatro meses - aproximadamente - de carcajadas silenciosas, besos al aire, abrazos incorpóreos más fuertes que cualquier presencia física. Una eternidad de "estar ahí".
Y trato de recordar el tono de tu voz, pero me cuesta tanto! A veces consigo evocar una frase con la precisa entonación que le diste... y me pongo tan contenta como si hubiera encontrado la Piedra Filosofal.
No guardo en mi memoria todas los gestos que debería. Se supone que después de tanto tiempo, tendría que conocerlos todos. Cada sonrisa y cada mirada... cada línea de expresión que anida en tu cara. Pero no. No las conozco.
Intento, entonces, responderme: ¿Qué extraño de vos, cuando te extraño?
Generalmente - y si fueras cualquier otra persona - me respondería: tu voz, tu perfume, tus manos... "tus ojos infinitos". Pero me es imposible extrañar tu presencia física... la he experimentado tan poco!
Entonces, qué? Será que no te extraño? Sucederá que no te necesito a mi lado?
Eso puedo responderlo con absoluta certeza: Por supuesto que te extraño!
Sólo que las cosas que tengo para extrañar no son del plano material de este mundo, sino que son puramente espirituales.
Extraño tus palabras de consuelo, siempre tan precisas y oportunas, que nunca rozaron siquiera los lugares comunes. ("Que estés mejor, y después, bien"). Extraño tu verdad, poderosa y profunda. Tus silencios hablados; tu música y tus letras; tu ternura disfrazada de rigor; tus reflexiones irreflexivas; ese dolor tan intenso que, renegando distancias, me pega de lleno. Añoro la eternidad que dura cada charla, lo inagotable de cada tema, la paz de tu presencia.
"Hay una parte de mí que sólo a tí te pertenece"... ciertamente la hay.
Y gracias a eso, la soledad no me deja tan sola. Mentiría si te dijera que no espero - algún día - volver a ver mis ojos reflejados en los tuyos, porque "In you eyes, the sky's a different blue". Sucede que el tiempo no transcurre inexorablemente en este caso. Lo absoluto se torna relativo. Cuando la unión entre dos personas está dada por un lazo tan sutil - pero a la vez tan fuerte - como el que (creo) tenemos, las consumaciones no son imprescindibles. Quizás necesarias, más nunca imprescindibles. Después de todo... somos el vivo ejemplo de ello!
Por más que me lo proponga, no puedo detener el tiempo sola. El ritual es de a dos, por lo que necesito de tu presencia para poder llevarlo a cabo. Por eso es que, cuando no estás, las horas prosiguen su curso descaradamente, y la soledad sonríe en una esquina de mi alma.
Todo esto que te digo tiene un propósito: avisarte que sigo acá, como siempre. Sentada en la misma mesa de ese lugar que sólo existe para nosotros, con un café tibio esperando tu llegada. Dispuesta a tender manos invisibles, a comprender el dolor que te agobia, a reirme silenciosamente y a callarme en voz alta. Convencida de la importancia de la prohibición de innovar (Buscála en el libro de Palacio!), pero también consciente de lo difícil de ponerla en práctica. Preocupada por el destino final de los libros de Derecho que, decididamente culpables de esto, descansan en tu biblioteca. Atrapada en mi propia crisálida, esperando que por una vez en mi vida, salga de ella una mariposa. Lamentando el paso inexorable del tiempo. Esperando que, de una vez por todas, podamos hacer de todo esto una amistad real, que me permita reservarte un espacio no-virtual en el laberinto de mi vida. Agradeciendo el haberte encontrado. Reprochándome el ser como soy: tan avasallante. Preguntándome si sentís algo parecido. Extrañándote... como si nunca te hubiera conocido.
Y trato de recordar el tono de tu voz, pero me cuesta tanto! A veces consigo evocar una frase con la precisa entonación que le diste... y me pongo tan contenta como si hubiera encontrado la Piedra Filosofal.
No guardo en mi memoria todas los gestos que debería. Se supone que después de tanto tiempo, tendría que conocerlos todos. Cada sonrisa y cada mirada... cada línea de expresión que anida en tu cara. Pero no. No las conozco.
Intento, entonces, responderme: ¿Qué extraño de vos, cuando te extraño?
Generalmente - y si fueras cualquier otra persona - me respondería: tu voz, tu perfume, tus manos... "tus ojos infinitos". Pero me es imposible extrañar tu presencia física... la he experimentado tan poco!
Entonces, qué? Será que no te extraño? Sucederá que no te necesito a mi lado?
Eso puedo responderlo con absoluta certeza: Por supuesto que te extraño!
Sólo que las cosas que tengo para extrañar no son del plano material de este mundo, sino que son puramente espirituales.
Extraño tus palabras de consuelo, siempre tan precisas y oportunas, que nunca rozaron siquiera los lugares comunes. ("Que estés mejor, y después, bien"). Extraño tu verdad, poderosa y profunda. Tus silencios hablados; tu música y tus letras; tu ternura disfrazada de rigor; tus reflexiones irreflexivas; ese dolor tan intenso que, renegando distancias, me pega de lleno. Añoro la eternidad que dura cada charla, lo inagotable de cada tema, la paz de tu presencia.
"Hay una parte de mí que sólo a tí te pertenece"... ciertamente la hay.
Y gracias a eso, la soledad no me deja tan sola. Mentiría si te dijera que no espero - algún día - volver a ver mis ojos reflejados en los tuyos, porque "In you eyes, the sky's a different blue". Sucede que el tiempo no transcurre inexorablemente en este caso. Lo absoluto se torna relativo. Cuando la unión entre dos personas está dada por un lazo tan sutil - pero a la vez tan fuerte - como el que (creo) tenemos, las consumaciones no son imprescindibles. Quizás necesarias, más nunca imprescindibles. Después de todo... somos el vivo ejemplo de ello!
Por más que me lo proponga, no puedo detener el tiempo sola. El ritual es de a dos, por lo que necesito de tu presencia para poder llevarlo a cabo. Por eso es que, cuando no estás, las horas prosiguen su curso descaradamente, y la soledad sonríe en una esquina de mi alma.
Todo esto que te digo tiene un propósito: avisarte que sigo acá, como siempre. Sentada en la misma mesa de ese lugar que sólo existe para nosotros, con un café tibio esperando tu llegada. Dispuesta a tender manos invisibles, a comprender el dolor que te agobia, a reirme silenciosamente y a callarme en voz alta. Convencida de la importancia de la prohibición de innovar (Buscála en el libro de Palacio!), pero también consciente de lo difícil de ponerla en práctica. Preocupada por el destino final de los libros de Derecho que, decididamente culpables de esto, descansan en tu biblioteca. Atrapada en mi propia crisálida, esperando que por una vez en mi vida, salga de ella una mariposa. Lamentando el paso inexorable del tiempo. Esperando que, de una vez por todas, podamos hacer de todo esto una amistad real, que me permita reservarte un espacio no-virtual en el laberinto de mi vida. Agradeciendo el haberte encontrado. Reprochándome el ser como soy: tan avasallante. Preguntándome si sentís algo parecido. Extrañándote... como si nunca te hubiera conocido.
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