Mariposa traicionera...

{ lunes, 18 de octubre de 2004 }
El conjunto de sentimientos y sensaciones que unen a las personas puede compararse con una mariposa.

A lo largo de nuestra vida nos envolvemos en una crisálida, de la que nace una mariposa distinta para cada ser querido. Una blanca para los amores puros, como el que tengo por mi abuela. Una colorida y gigantesca para los amigos del alma. Una intensamente roja para los hombres que encontramos a lo largo del camino y que despiertan nuestras pasiones.

A cada uno le entregamos una mariposa diferente, esperando que la cuide y la proteja.

Las personas inmaduras, como los niños, tienden a apretarlas con fuerza, lo que inevitablemente las ahoga e incluso aniquila. O quizás, encontrándose superadas por su delicadeza y significación, abren las manos y las dejan escapar. No es posible conseguir que un niño comprenda la importancia que ese pedacito de alma tiene para nosotros... simplemente no sabe lo inusual que es que una pequeña mariposa se pose por propia voluntad en nuestras manos.

Los sabios, como las personas muy mayores, sostendrán con cuidado la mariposa, procurando que tenga el suficiente espacio para volar libremente, pero sin dejarla escapar... pues es demasiado preciosa. La cuidan con su vida, porque saben que es parte del creador, que moriría si se destruyera o la dejaran ir.

Tal y como sucede con las mariposas, nosotros entregamos un cúmulo de delicadas emociones a quienes nos rodean. El amor puede tomar muchas formas, manifestarse en lugares extraños, esconderse en los rincones más insólitos. Damos confianza e incondicionalidad a nuestros amigos. Pasión y desenfreno a las parejas. Sinceridad y ternura a los hijos. Pero todos ellos reciben nuestro amor, en su expresión más pura: en forma de mariposa. Y digo esto porque ese amor está atado al lugar más recóndito de nuestro ser y nos deja frágiles, vulnerables... expuestos.

La pequeñez de una mariposa la hace parecer insignificante en comparación con nuestras dimensiones... pero su magia es inconmensurable. Así es el amor... puede parecer insignificante - como sucede cuando vivimos 'solteros' durante muchos años y lo sobrellevamos perfectamente - pero en rigor, cuando se posa sobre nosotros nos cambia la vida. No podemos ser los que éramos después del amor. Nos toca lo más íntimo, nos ata, nos envuelve, nos ciega, nos inspira. Transforma al gusano en mariposa... hace poesía con lo más desagradable.

Creo que las mariposas no se entregan ni nos son entregadas por cualquiera... para poder darlas hace falta crearlas y en esa creación nos va la vida. Hay que encerrarse en la crisálida y esperar el momento adecuado para salir.

Y mientras escribo esto - y comienzo a preparar nuevamente mi capullo - veo tristemente cómo alguien ha puesto en el viento una de mis mariposas coloradas... "de otro, será de otro... como antes de mis besos".

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