Sometimes, I sit here and wonder why

{ miércoles, 22 de junio de 2005 }
Sometimes, no matter how hard you try, it just doesn't work.
No matter how bad you want it, or how much you think you diserve it, you just don't get it.
And I sit here and wonder... why?
Why shall we love those who don't love us back? What's there to learn?

Sometimes, no matter how loved you feel for those around you, it's just not enough.
And I sit here and wish it was. I wish I could live only on the love that my friends and family give me.
Why can't I depend only on those who are always there for me? Why do I have to need something beyond that?

Sometimes, no matter how much you give, it's not enough to make a person happy.
And I sit here and regret every time I gave myself, every time I wasn't selfish, every moment I spent thinking about others... 'other' actually.
Why should I regret it? Why is it so difficult to find someone to take care of me?

Sometimes, no matter what I do to avoid it, I feel lonesome.
And I sit here and think, maybe, I'll have to get used to it. Perhaps I'll be alone for a really long time.
Why should I get used to it? What's there for me to do in order to revert it?

Sometimes, I just surrender.
And I sit here and cry.
Why does it have to be so hard?

La verdad desnuda, sola y muerta de frío

{ sábado, 4 de junio de 2005 }
Son las 2.30 de la madrugada del 4 de Junio de 2005. Hoy cumplo 22 años y estoy parada sola, muerta de frío, a una hora de mi casa y esperando el colectivo.
En la casa de al lado de la parada hay una fiesta punkie. Me prendo un cigarrillo y cuando aspiro siento un nudo en la garganta. El humo me da asco, y toso.
Miro al cielo, a punto de proferir un alarido del estilo "Qué he hecho yo para merecer esto!!", mientras pienso que si él valiera dos pesos, yo tendría que estar disfrutando mi cumpleaños y no padeciéndolo así.
Hago un repaso mental de todas las veces que alguien me hizo la gamba, de cada vez que me demostraron amor, y me acuerdo... me acuerdo de mi mamá yendo a buscarme al CBC porque me sentía muy mal, de la Chiki y de Gaby yendo a bailar conmigo al fin del mundo para encontrarme con un flaco, de Ger enojándose cuando alguien se porta mal conmigo, de Julia escapándose de las clases para prestarme la oreja, de mis primas cebándome un mate y alcanzandome disimuladamente una Carilina para que me seque las lágrimas, de Seba abrazándome fuerte para hacerme saber que puedo contar con él, de mis hermanos irrumpiendo en mi cama a las 12 para desearme feliz cumple, de mis tíos haciéndome reir hasta las lágrimas, de los abrazos, de los pequeños gestos de amor que acarician el alma, de las palabras de consuelo y de las miradas de comprensión.
Y estoy ahí, parada en el medio de la nada, con un cigarrillo que no quiero fumar en la mano. Sola en medio de un grupo de punks que se agarran a trompadas porque no los dejan entrar a la fiesta. Tengo miedo, pero no de salir lastimada, ni de que me roben, ni de que me agredan, no...tengo miedo de no poder decirle gracias a los que se lo merecen, de haber dejado de estar con los que me quieren, de haber elegido mal.
Estoy aterrada, tengo frío, estoy lejos de casa, la angustia me empieza a ganar y estoy sola. Miro nuevamente al cielo y... empieza a lloviznar. La situación es tan patética que me causa gracia, esbozo una sorisa.... sonrío más... me río. Estoy riéndome como una loca a las 3 de la mañana en una esquina oscura.
El colectivo se acerca y la angustia disminuye un poco. Mientras busco 1.25 para el boleto, hago una analogía en mi cabeza: yo no me merezco alguien que me aleje de los que me quieren y me deje en el medio de la nada, sola. No me merezco alguien que me saque de un ámbito de seguridad y amor por egoísmo, para dejarme desamparada y librada a mi suerte. Gracias a Dios, mis amigos son como el 22, basta con ir a su encuentro para que me saquen del pozo y me lleven a casa. Sin hacer preguntas, sin reproches, sin retos... al menos hasta que pase la angustia.
Me siento en el fondo, cerca de un ex compañero de la escuela, y tomo aire. Me levanta un poco la moral saber que estoy yendo a casa, que ya no estoy varada. E imagino a los chicos llegando a mi casa, abrazándome y deseándome feliz cumple. Imagino sus voces, sus gestos, sus miradas. Nos veo riendo hasta bien entrada la madrugada. La angustia cede... vuelvo a sonreír y pienso: "No importa, mañana vienen los chicos!"
Y es cierto, nada importa. La lluvia, el frío, la angustia, el miedo... todo se desvanece. Sólo queda la esencia, lo verdadero, ese cariño sincero que sólo profesan los que tienen un corazón noble.
Lamentablemente, esa noche me di de cara con una realidad desagradable: descubrí quién no tiene nobleza de espíritu. Sin embargo, la dificultad no radica en comprender eso, sino en actuar en consecuencia, y eso... es otra historia.