Yo apoyo al campo!

{ martes, 25 de marzo de 2008 }

Reglas de Oro de la Infidelidad (O cuando una misma es “la otra”)

{ domingo, 9 de marzo de 2008 }
Por más que nos obliguemos a repetir hasta el cansancio en las conversaciones de género que nunca jamás de los jamases tendríamos un entrevero lujurioso con un hombre que pertenece de hecho o por derecho a otra mujer, la realidad es que la mayoría de las veces terminamos cometiendo el mismo pecado que condenamos.
A veces una no elige ser “la otra”, se lo impone la omisión de informar la existencia de una “oficial” por parte del pecador de turno. Si no lo saben ya, les cuento que los hombres con dueña son proclives a ocultar su condición cuando salen de trampa... y cuando no, también.
Por otra parte, cuando se alinean los astros y las ganas o nos cruzamos con uno de esos caballeros que cumplen con los requisitos que reducen el valor de nuestros principios hasta dejarlos pelo a pelo con el de un boleto de colectivo del año ‘83 (de los que no son capicúa), una elige y se entrega sin mayores dificultades al papel de villana. E incluso lo disfruta... hay que decirlo.
Es en esos casos cuando salen a relucir las reglas de oro que todas conocemos pero ninguna comenta, las reglas que toda amante que se precie de serlo – y por supuesto que pretenda mantener vigente la clandestinidad de la relación – conoce de memoria y pone en práctica por reflejo. Recopilemos algunas de ellas:

1. Pensar rápido
Por más embotadas que nos tengan el alcohol, la falta de sueño y la abundancia de hormonas siempre responderemos con celeridad y eficiencia ante situaciones potencialmente peligrosas. Una auténtica predadora urbana sabe que no existe situación que no pueda ser remada con una dosis de sentido común, una buena cara de circunstancia y respuestas rápidas y seguras. Veamos algunos ejemplos:
- ¿Estabas esperando que baje a abrirte y justo llega la novia?
Cuando baja lo saludás con un “Buenas noches”, entrás al edificio y subís al ascensor (si es necesario vas al 4º piso y volvés). Cuando se despeja el lobby, salís con cara de póker. Misión cumplida.
- ¿Iban caminando por la calle y se cruzaron con la cuñada?
Saludo cordial, cara de nada y te presentás como una compañera de la secundaria, la novia de un compañero de oficina o cualquier rol adecuado a las circunstancias. Atención con los círculos que comparte con la novia! No es difícil descartarlos porque son los que vos jamás en tu vida vas a frecuentar con él.

2. No dejar rastros
Cuando sabemos que vamos al encuentro de un hombre prohibido es importantísmo pensar en los rastros. Por eso nunca llevaremos accesorios de los que puedan desprenderse brillos. Se trate de aros, carteras, remeras con purpurina, brillos labiales con glitter, cremas para el cuerpo con efecto luminoso o cualquier cosa que desprenda restos evidentemente femeninos como plumas, lentejuelas, hebras de lúrex o semejantes.
Tampoco se usa lápiz labial o gloss a menos que sea incoloro e inodoro. Sepan que los labiales de ultra fijación son una gran mentira... en cuanto entran en contacto con líquidos transfieren!!. La misma regla va para los perfumes de buena calidad a base de aceite (que son casi todos los de diseñador: Kenzo, Giorgio, Chanel, CH, etc.) porque se impregnan en la piel de él y NO SE VAN, aunque se bañe con esponja vegetal. Busquen una buena imitación para estos casos... huelen igual y se van mucho más rápido.
Un desprendimiento de esta regla es “No dejar cosas tiradas por el departamento/casa” para los casos en que los encuentros no se produzcan en un albergue por horas. Guarden anillos, relojes, cadenas, encendedores y demás objetos personales en la cartera para no olvidárselos por dos razones: además de la obvia, no los van a recuperar nunca más. Nada peor que terminar con un aro solo del par más lindo que tenían.

3. Ser cuidadosa con el comportamiento en lugares públicos
Generalmente este tipo de encuentros se dan en privado pero si existiera un momento previo o posterior que tenga lugar en un espacio público es imprescindible no hacer pavadas como caminar de la mano por la calle, andar a los besos en el colectivo o sonreírle con picardía al portero de la oficina de él mientras salimos del brazo. Ese tipo de descuidos puede ser fatal y estropea toda chance posterior de negar todo para él y de remarla conforme la regla 1 para nosotras. A ninguna le gusta que le griten atorranta en las veredas del barrio porque arruina definitivamente toda chance de repetir el encuentro.

4. No caer en razonamientos falaces
Es importante comprender que nunca va a dejar a su pareja, sin importar cuán bien nos diga que la pasa o cuánto jure enloquecer esperando el encuentro. Evitemos convertirnos en un estereotipo (la amiga de Meg Ryan en “Cuando Harry conoció a Sally”) y hagamos honor a la inteligencia práctica que Dios nos dio: no va a cambiar a nadie por nosotras. Eso también es parte de ser “la otra”, comprender que si él nos eligió para ese papel y no para el otro es porque así lo siente y nosotras estuvimos de acuerdo al aceptar las reglas del juego. Nadie nos obligó a jugar y nadie nos obliga a seguir jugando, es una decisión enteramente nuestra cuánto apostar en esta ruleta. Podemos ganar mucho o perder todo, según la actitud con la que encaremos la situación.

5. No llevar los sentimientos
Al igual que los accesorios brillantes, las emociones dejan rastros indelebles cuando una las lleva a un encuentro clandestino. Las mujeres tenemos una marcada tendencia a interpretar como un todo indivisible el amor y el sexo que no resulta favorable para lidiar con este tipo de situaciones. A las noches de lujuria con el novio de otra llevamos los bajos instintos, las pasiones, los disfraces de colegiala (SIN BRILLOS!) y el desenfreno, pero nunca, nunca llevamos ganas de formar una familia, esperanzas de un vestido blanco o los nombres potenciales de nuestros hijos. Esas cosas sólo sirven para que terminemos sufriendo como condenadas por lo que imaginamos que pudo haber sido y al final no fue.
Las otras son – para ellos – completas desconocidas en público y viejas conocidas en privado. Son las que no se quejan si no levantan la tabla del inodoro, las que traen adrenalina y aceites, las que no piden explicaciones ni exigen comportamientos determinados. Ignoran si la madre de él es o no una bruja, si el hermano es un vividor o un pelotudo o el “hoy no me quedo porque mañana hay que madrugar”.
Son reminiscencias de momentos más sencillos e instintivos, siempre dispuestas a hacerlos felices unas horas para desaparecer después entre las caras anónimas de la multitud hasta una incierta próxima vez. No significan nada más que un instante de tomar otra vida prestada para después volver a la mujer sin la cual verdaderamente no pueden vivir, la potencial madre de sus hijos, el amor de sus vidas o quizás la novia que aprueban los padres... pero ese es un problema de ellos. Es su elección y una debe respetarla.
Así son las auténticas “otras”, las que no esperan secretamente una confesión de amor, siempre producidas con esmero, carentes de planteos y libres de prejuicios. Las demás somos solamente mujeres que no pierden las esperanzas de encontrar al hombre de su vida, aunque esté de novio con otra.