Se hace camino al andar

{ miércoles, 2 de enero de 2008 }
Me gusta pensar que las cosas que nos pasan, las decisiones que tomamos y el destino que nos espera tienen la forma de un camino, de esos que describen los cuentos infantiles o parecido a los que dibujábamos cuando éramos chicos... sinuosos y que indefectiblemente llevaban a una casita (con chimenea, por supuesto!).
A veces el camino se mete en el bosque donde vive la Bruja del Oeste o se bifurca y no estamos del todo seguros de haber elegido la dirección correcta, aunque hayamos llegado a destino. Es la duda perenne que nace de no saber qué nos perdimos por haber elegido el camino de la derecha sin saber qué había en el de la izquierda.
Son caminos que se transitan sin mapas y sin GPS. Nunca sabemos con exactitud qué hay más adelante... uno cree que eligió destino para las vacaciones y en realidad se alejó del amor de su vida o de la oportunidad de recibir una llamada que le daría el trabajo con el que soñó desde que sabe qué es un trabajo.
El camino redefine quiénes somos, por lo que si volvemos sobre nuestros pasos hasta el punto en que decidimos por la bifurcación de la derecha ya no encontraremos bifurcación alguna. Nuestros ojos no serán capaces de ver las opciones que creíamos igualmente válidas años atrás ya que - una vez más - nosotros, los de antes, no seremos los mismos.
Es muy fácil desandar el camino del dolor. No podemos esperar para darnos la vuelta y salir corriendo cuando descubrimos que la casa que descansa al final del sendero es la de la Bruja y no el Palacio del Mago de Oz. El problema es que desandar el camino no revierte nada, lo que realmente habría que hacer es buscar otro sendero que nos saque de ahí porque ¿qué sentido tiene retroceder por donde vinimos cuando la gracia está en sobreponerse y seguir adelante?.
Hay caminos que vengo recorriendo de ida y vuelta desde hace casi 4 años. Fui y volví tantas veces que creo que hice una zanja... y todavía sigo sin encontrar la forma de superar el obstáculo del final definitivamente. Lo miro un rato, tomo las mismas decisiones erradas con diferente formulación y me doy la vuelta sin resolver nada, creyendo erróneamente que es la última vez que transitaré esa ruta, sólo para volver al mismo sitio tiempo después.
Quizás ese regreso eterno es parte de mi camino, de aquello a lo que estoy predestinada. Es posible que en las estrellas de vaya uno a saber qué constelación, esté escrito con letra de molde que quien escribe debe recorrer el mismo sendero una N cantidad de veces hasta poder - finalmente - encontrar la olla de oro al final del arcoiris. Puede ser que mi destino no sea superar determinados obstáculos, sino entender que no son piedras en el camino y ver cómo la casa de la Bruja del Oeste se transforma en el Palacio del Mago.
No obstante, no dejo de pensar que una de las definiciones de locura es hacer siempre lo mismo, esperando obtener un resultado distinto... eso me resulta preocupante para mi deteriorada salud mental.
De cualquier manera, está claro para mí que los intentos por revertir las conductas del pasado son estériles cuando se nos han hecho costumbre, especialmente si uno está tan negado como para no darse cuenta de que se encuentra frente a una reiteración y no ante una innovadora reacción a la misma circunstancia.
Y ahora me voy a poner las zapatillas, porque me dispongo a emprender mi centésima peregrinación por el mismo sendero... y ya está en muy mal estado como para transitarlo en ojotas.