Y apareciste tu...

{ miércoles, 27 de octubre de 2010 }
Dicen algunos que la inspiración puede aparecer en cualquier lado, pero definitivamente hay lugares donde encontrarla es casi tan seguro como encontrar una lata de conservas en un hipermercado.
El sufrimiento y el amor, que son a veces dos caras de la misma moneda, son un inagotable supermercado de inspiración. Yo no soy la excepción, el amor - o la perspectiva del amor - me da ganas de canalizar en palabras el dictado de mis emociones.
En definitiva, la vida es una enorme búsqueda en la que principalmente y por sobre todas las cosas, buscamos ser amados. Ser amado es más que ser rico, que ser famoso o inteligente, porque el amor del otro nos hace sentir invencibles y es muchas veces el motor que hace posible conseguir todo lo demás.
Por supuesto que uno no llega al amor de un día para el otro... no, no... es un arduo proceso que supone la previa superación de una serie de obstáculos de toda índole, que a veces parece interminable. Primero hay que encontrar a un potencial objeto de deseo y como para eso no hay supermercados que faciliten el proceso, nos vamos a lo más parecido, que es el boliche, un cumpleaños o cualquier otro espacio donde la gente se reune a hacer sociales. Algunos tienen suerte, como la protagonista de la película Infidelidad, que se cruzó por casualidad con Olivier Martínez que estaba más bueno que faltar al colegio, pero como a la mayoría de los mortales esas cosas no nos pasan, nos conformamos con otear el horizonte del bar, a ver si algún muchacho desprevenido nos mira a nosotras en vez de al mozo.
A partir de ahí se suceden las peripecias típicas del primer acercamiento: Cómo te llamás? Venís siempre por acá? De qué signo sos? y demás frases hechas orientadas a hacernos con un relativo conocimiento del otro, a efectos de determinar si le damos para adelante o huimos desesperados del encuentro.
Finalmente, vienen las salidas incómodas donde desearíamos no tener glándulas sudoríparas, nos consumen los nervios y quisiéramos ser perfectos como la foto de una publicidad. Son épocas en las que - de tanta autocrítica destructiva - uno termina queriendo ser otra persona, sólo para deslumbrar a nuestra contraparte y cerrar el trato. Si tenemos suerte, conseguiremos que el negocio se haga sin necesidad de nacer de nuevo.
El amor está sucedido por varios estadios previos: atracción, avance, interacción primaria, citas, interacción más profunda y - finalmente - confianza, paso inmediatamente anterior al amor. Ahora bien, qué sucede cuando la confianza aparece inmediatamente después de la atracción? Cuando apenas conocemos a alguien y sentimos que podemos decirle cualquier cosa, que estamos más seguros a su lado que dentro de un blindado, qué se hace?
En general, las mujeres tenemos más o menos una idea de lo que desearíamos que un hombre nos dijera en respuesta a determinadas situaciones y sabemos también que jamás, ni aunque se congele el infierno, la verdadera respuesta será exactamente la que deseamos. Hay una tolerancia de error, sabemos que podrá ser bastante peor de lo que esperamos o quizás un poquito mejor, pero nunca enormemente superior a la expectativa. Si la respuesta es increíblemente mejor de lo que esperamos, seguro que se tratará de un hecho aislado que será compensado con una rascada de partes íntimas, un exabrupto verbal o incluso un manoseo fuera de lugar... es el balance kármico.
Entonces, cuando todas las respuestas son tan perfectas que superan cualquier idea previa que pudiéremos tener de ellas y - por más que nos preparamos mentalmente para ello - no se equilibran con ningún agravio, toqueteo o acto de mal gusto... cómo se debe actuar?
Otra conducta común en el género femenino es la memoria emotiva, disparada por estímulos que el hombre ignora rotundamente. Me refiero a "la canción que estaban pasando cuando me miraste por primera vez" o "el perfume que tenías puesto cuando me pediste permiso para pasar el día que nos conocimos y no cruzamos palabra". Son pequeños códigos secretos que nos guardamos para regodearnos en el dolor de la espera, ante el más llano desconocimiento del objeto de nuestro afecto, y que - evocados ante el otro - engendran reacciones como "en mi vida escuché ese tema" o " yo no uso perfume, psicópata!!", pero que evocados en nuestro fuero íntimo, nos provocan mariposas en el estómago.
Qué pasa cuando la misma canción que nos hace sonreir y nos remite directamente al otro es su canción favorita, su código secreto?
Hace un tiempo, por casualidad, me encontré con un par de ojos azules que estaban trabajando mientras yo estaba de vacaciones. Ellos me vieron mucho antes de que yo me diera cuenta de que estaban ahí, a mi alcance. Compartimos una semana de nuestras vidas, yo convencida de que nada podría pasar entre nosotros y ellos esperando el momento oportuno para decir algo, para intentar un acercamiento.
Él esperó muchísimo... tanto que casi me voy sin escuchar las hermosas palabras que tenía para decirme. En el último momento posible, cuando ya tenía armadas las valijas y me iba de su vida para siempre, se animó y me pidió un beso. Pasé con él la noche más maravillosa de mi vida, que duró apenas unas horas y me fui, creyendo que había ganado una anécdota de vacaciones y un recuerdo. Grande fue mi sorpresa cuando a la mañana siguiente me di cuenta de que me hubiera gustado tener un poco más de tiempo o, al menos, poder despedirme. Me sentí tan cómoda a su lado que hubiera sido capaz de decirle cualquier cosa.
Sólo me quedó una dirección de mail y una media esperanza de que no se olvidara de mí, como yo no me olvidé de él.
Pasó mucho tiempo hasta que nos encontramos online y yo lo extrañaba tanto que tuve que contenerme para no decírselo y quedar como una loca. Lo primero que dijo él fue "Te extraño" y acto seguido me pidió que fuera a verlo en cuanto pudiera. Y no fui, por miedo a que esa confianza que sentía fuese sólo mía, por temor a estar equivocada, porque dudaba de estar en mi sano juicio.
Hablamos muchas veces y siempre me dijo cosas mucho más hermosas de las que hubiera imaginado, mejores y más profundas que las que yo quería decirle y no le dije. Hace pocos días, por videoconferencia, planeamos a medias un reencuentro que tengo todas las intenciones de materializar.
Hoy me enteré de que la canción que siempre me recuerda a él es una de sus canciones preferidas, aparentemente, nos gusta la misma música. Nunca tiene miedo de decirme que piensa en mí y que me extraña y le preocupa que después de tanto tiempo sin vernos yo me haya olvidado de su cara o que no recuerde nada de la noche que pasamos juntos. Aparentemente, tenemos las mismas emociones y las mismas dudas.
Todavía no nos reencontramos por primera vez y él ya quiere planear un segundo reencuentro. Creo que ya no tengo tanto miedo ni tantas dudas. Estoy empezando a enamorarme de un hombre que vi una semana en toda mi vida, con el que compartí tres horas a solas y que hace dos años que no veo.
Saben cuál es el problema de encontrar al hombre en el que podés confiar desde el primer segundo, con el que te sentís cómoda todo el tiempo, el hombre con todas las respuestas correctas, con los mismos anhelos, las mismas ganas, la misma pasión? Que no se puede burlar la ley del balance kármico... por eso vive a medio continente de distancia.

In-inspirada

{ jueves, 14 de octubre de 2010 }
El 20 de Mayo de 2004, vaya uno a saber por qué designios del destino, me abrí este blog. Entre ese momento y este, pasaron tantas cosas que a veces tengo que leer mis propias entradas para acordarme.
Usé este espacio de psicólogo, de confidente, de diario íntimo e incluso de pasatiempo. Abusé de su buena voluntad haciéndole decir cosas íntimas a quien quisiera escucharlas. El blog cambió, y yo... ni les cuento. Pasé de estudiante a graduada, de graduada a estudiante de posgrado, de desempleada a empleada; me enamoré y me desenamoré varias veces, de hombres y de la vida misma. Cambié tanto que me cuesta reconocerme en algunas frases, pero sigo tan igual que me parece estar hablando conmigo cuando leo otras.
Fiel a mi naturaleza inconstante de geminiana, un día me olvidé del blog... o quizás me aburrí o no sé... simplemente dejé de escribir, dejé de entrar y dejé de pensar en que tenía un blog. Hasta que hoy, me acordé.
Quise pegarme una vuelta por estas páginas y casi me da un soponcio cuando me di cuenta de que no me acordaba la contraseña... menos mal que todavía me basta hacer un esfuerzo mental para recordar las cosas, porque si no, me hubiera puesto muy nerviosa.
Y ahora que me acordé del blog y que me dieron ganas de escribir, no se me ocurre absolutamente nada. Como diría Sabina: "Hoy las musas han pasado de mí... se habrán ido con el Nano".
Voy a tener que poner un buzón de sugerencias...