Vínculos II

{ viernes, 3 de abril de 2009 }
Encuentro muy extraña a la mecánica de los lazos que unen a las personas: es tan impredecible que me sorprende constantemente. Nunca sabemos a ciencia cierta qué tipo de vínculo estableceremos con alguien cuando recién nos conocemos y, así, detrás de una conocida de otra conocida encontramos una amiga para toda la vida; en un compañero de trabajo descubrimos al padre de nuestros hijos y en un pariente lejano una versión espejada de nosotros mismos. Después vendrán las evocaciones de sobremesa del estilo: "Te acordás de cuando nos conocimos, en la tribuna de la cancha de Excursionistas?" que nos harán sonreir con nostalgia y reflexionar sobre inútiles hipótesis como qué hubiera sucedido si no fuéramos hinchas de Excursionistas o si ese domingo hubiéramos ido a ver el partido a un bar. La vida tiene esa costumbre de conectarnos como si el Universo fuera Google y nosotros meros links recopilados en un infinito server que se ocupa de asociarnos empleando misteriosos algoritmos, ese azaroso - o predestinado - encuentro de dos almas afines puede cambiarnos la vida para siempre y sin embargo permanecemos como meros peones, ignorando la estrategia que se urde en la mente de la mano que nos mueve. Y sí, a veces, en las noches de otoño, me da por creer que a fin de cuentas no soy yo quien decide hacia dónde ir, sino una fuerza externa y omnisciente. Se me pone en la cabeza que hay cosas que suceden porque están escritas, a las que no podemos escapar aunque pongamos en ello todo nuestro empeño y ya no hay quien me convenza de lo que creo casi dogmáticamente la mayor parte del tiempo: "Cada uno es artífice de su propio destino".

Vínculos, síntomas y sentimientos

{ martes, 31 de marzo de 2009 }
El otoño viene demorado, se hace desear, se esconde detrás de un sol que raja la tierra y una temperatura de 32 grados. Marzo empieza a parecerse a Enero, tanto en el clima como en mi humor y me encuentra más aturdida que de costumbre, con el estómago lleno de mariposas, el corazón cargado de ilusiones y la sonrisa a flor de boca.
Aunque hace mucho tiempo que no la escucho, en mi cabeza suena todo el día una canción de Serrat que empieza a parecerme un plan antes que una metáfora. A veces pienso que el destino me trajo a este punto de mi vida y otras veces me parece que debo tener algún problema neurológico que explique este cambio de conducta, este change of heart.
Parece casi una consecuencia natural de otras cosas que sentí en el pasado, una proyección de mi romance con un país limítrofe que recae en un par de ojos brujos que me persiguen a donde quiera que voy, que me generan esta ansiedad que no es por ansias, este dolor de estómago que poco tiene de síntoma y mucho de sentimiento.
Y me siento acá, escuchando a Sabina, a ver si logro superar un malestar que no está nada mal. Intentando ver si la receta para el síntoma funciona igual con el sentimiento, vomitando párrafos sin sentido en un vano intento por purgar esta enfermedad del espíritu. De más está decir que no me está dando ningún resultado, especialmente ahora que tengo la certeza de que él también me extraña.
Creo que esta noche voy a volver a sentarme en el patio, a escuchar música en portugués envuelta en el humo de un cigarrillo, a intentar vencer la distancia a fuerza de suspiros y a pelearle cuerpo a cuerpo a la anestesia recordando sus besos, con la esperanza de que mi sencillo ritual establezca entre los dos ese vínculo que me canso de anhelar y soñar.


Tu nombre me sabe a hierba
Joan Manuel Serrat


Porque te quiero a ti, porque te quiero
Cerré mi puerta una mañana y eché a andar
Porque te quiero a ti, porque te quiero
Dejé los montes y me vine al mar

Tu nombre me sabe a hierba
De la que nace en el valle
A golpes de sol y de agua
Tu nombre me lleva atado
En un pliege de tu talle
Y en el bies de tu enagua

Porque te quiero a ti, porque te quiero
Aunque estás lejos yo te siento a flor de piel
Porque te quiero a ti, porque te quiero
Se hace más corto el camino aquel

Tu nombre me sabe a hierba
De la que nace en el valle
A golpes de sol y de agua
Tu nombre me lleva atado
En un pliege de tu talle
Y en el bies de tu enagua

Porque te quiero a ti, porque te quiero
Mi voz se rompe como el cielo al clarear
Porque te quiero a ti, porque te quiero
Dejo esos montes y me vengo al mar

Había una vez...

{ lunes, 2 de febrero de 2009 }
Mientras mantenía mi tradición de insomnio y exceso de tabaco me vino a la mente el recuerdo de un relato que me contaba mi papá cuando era muy chiquita. Empiezo a sospechar que esta epifanía literaria me viene a la cabeza impuesta por una fuerza mística cuya identidad y origen desconozco, ya que nunca escuché esta historia en otra voz que no sea la de mi padre y a pesar de mis mejores esfuerzos no he podido dar con el autor o con referencia alguna a ella (Desde ya, si alguien me puede ilustrar, se lo agradeceré infinitamente). Hacía muchísimos años que no pensaba en el cuento... tantos años me separan de la historia como de mi infancia y sin embargo creo que acabo de comprender su significado por primerísima vez.
Aunque calculo que antes de convertirse en una historia para hacerme dormir debe haber sido un poderoso verso para levantar mujeres (Porque mi papá también fue jovencito y soltero!!), no le resta mérito a la moraleja de la historia, que voy a intentar reescribir seguidamente: Es preferible hablar ahora antes que tener que callar para siempre.

Había una vez, en un reino muy muy lejano... un Príncipe heredero del trono en edad de contraer matrimonio. Las princesas más hermosas del mundo caían rendidas a sus pies pero ninguna conmovía su corazón, las damas más nobles y elegantes concurrían a los bailes del Palacio ante la más absoluta indiferencia del futuro monarca, pasaban los meses y la desesperanza comenzaba a apoderarse del Príncipe. Su padre, preocupado por el estado de las cosas, le sugirió una idea: que saliera a recorrer el Reino - si fuera necesario, el mundo - hasta encontrar la mujer adecuada. Viendo renovadas sus fuerzas, el joven emprendió la travesía, comenzando con las regiones más cercanas al Palacio. Visitó mercados y plazas, conversó con casamenteras que le recetaron elíxires, se codeó con mercaderes que le prometían exóticas princesas de Oriente, bebió con marineros que tenían un amor en cada puerto. Las mujeres del Reino que se iban enterando de su visita se presentaban en multitudes, ataviadas con sus mejores trajes y luciendo sus más espléndidas sonrisas... pero el Príncipe se sentía cada vez más solo y el tiempo pasaba cada vez más rápido.
A pesar de los rumores que circulaban en Palacio de que había perdido la razón, el joven estaba decidido a seguir buscando y así se fue alejando cada vez más, adentrándose en las zonas más remotas de su Reino, zonas que ni su propio padre ni su abuelo habían visitado nunca.
Un día llegó a una pequeña región cercana a la frontera donde reinaba el más absoluto silencio. Al cruzar las puertas de la Ciudad lo esperaba una comitiva que había sido preparada en su honor. Resonaron las trompetas y el edecán dio un paso al frente cargando una cesta con frutas, parsimoniosamente extrajo una de ellas, la mordió y anunció a la multitud:
- "Su Alteza Real, Príncipe Heredero, esta Comarca le da la bienvenida!"
Grande fue la sorpresa del Príncipe al observar que - en lugar de estallar instantáneamente en vítores como sucedía siempre - todas las personas que componían aquella multitud mordían diversas frutas y luego le prodigaban gritos de salutación. Su consternación no pasó inadvertida al edecán, que se acercó y - mordiendo nuevamente la fruta - le explicó:
- Su Alteza, en esta Comarca todos somos mudos de nacimiento. Para poder hablar, es necesario comer primero la fruta adecuada. Esta que llevo aquí, por ejemplo, es la fruta de la Elocuencia. En honor a su llegada se han repartido frutas de la Alegría a todos los habitantes, ya que no se consiguen habitualmente. Todas las demás frutas se encuentran a disposición de quien las necesite, en los árboles que encontrará en toda la Comarca. Puede usted conversar con quien desee con toda normalidad aunque le será más ameno si lo hace cerca de las plantaciones.
Intrigado y desconcertado a la vez, el Príncipe desensilló su caballo y se dispuso a conversar con esa gente tan peculiar que lo rodeaba. Su estadía duró más de lo planeado ya que encontraba sumamente interesantes las conversaciones con los habitantes: los hombres le contaban historias fantásticas, las doncellas sólo se le acercaban si habían comido la fruta del Amor o la fruta de la Poesía y se encontraba muy a gusto en aquel extraño paraje, aunque seguía sin encontrar a una candidata adecuada para ser su esposa.
Una tarde de sol, mientras conversaba con un grupo de muchachas, vio pasar a una joven que nunca había visto. Era preciosa y caminaba cabizbaja por el parque, con un aire melancólico que cautivó el corazón del Príncipe. Inmediatamente se le acercó y trató de entablar una conversación con ella pero la doncella se ruborizó y corrió a esconderse. La misma escena se repetía todos los días y aunque parecía que la joven estaba cada vez más cerca de decirle algo, siempre terminaba por echarse a correr. El corazón del Príncipe sólo latía cuando ella estaba cerca y había logrado enterarse de algunas cosas de la misteriosa mujer a fuerza de preguntarle a los ancianos y de obligarlos a responder comiendo la fruta de la Verdad, pero nadie parecía saber demasiado de ella.
El Heredero comenzó a sufrir cada vez más por ese amor no correspondido hasta caer en una gran depresión. Se refugió en sus habitaciones y ya no salía a conversar con las personas del pueblo, intentando comprender la razón de su mala fortuna en el amor. Mientras tanto, la joven observaba su ventana desde las sombras y lloraba por él.
Cansado de padecer sus desventuras lejos de casa, el Príncipe anunció su regreso a Palacio, convencido de que ya no había más que hacer. Los edecanes prepararon la ceremonia de despedida y durante días nadie vio a la doncella tímida de la que tanto hablaban en el pueblo.
El Príncipe montado en su caballo se despidió de la multitud y emprendió lentamente la cabalgata de regreso. La multitud se abrió para dejar paso a una muchacha rubia, incendiada por el rubor, que comenzó a avanzar detrás del joven que se marchaba, caminando primero y corriendo desesperadamente a medida que él aceleraba la marcha. Al pasar, la joven extendió el brazo y tomó una fruta de un árbol cualquiera, corriendo hasta extinguir la distancia que los separaba. Consumida por la angustia, mordió la fruta y quiso decirle: - "Te amo", pero había tomado el fruto más amargo, el fruto del Adiós... y eso fue todo lo que pudo decirle.

Creo que bien vale la pena recorrer el relato en toda su extensión, a mí personalmente me encanta. Hubiera querido dejar aquí su versión original pero me resigno con este mero bosquejo aunque mal no sea para que las almas desventuradas que recorren estas líneas encuentren una señal cibernética de que siempre es mejor haber arriesgado y perdido que nunca haber jugado.
Como dice Sabina "Los cuentos que yo cuento acaban mal". Acá no fueron felices ni comieron perdices, pero quién sabe lo que podría pasar si algún lector desprevenido decidiera reescribir la historia en la vida real guardándose en algún bolsillo la fruta adecuada. Yo, por lo pronto, si algún día tengo un retoño, ya sé qué cuento le voy a contar a la hora de dormir, aunque le lleve 25 años entender su significado.

Anestesia parcial

{ jueves, 22 de enero de 2009 }
Sin que medie la necesidad de someternos a cirugía o procedimiento médico alguno, todos andamos necesitando anestesias parciales para transitar esta vida que - al menos para algunos - parece ser cada vez más difícil de enfrentar.
Las vacaciones vienen a ser para mí una suerte de anestesia total y temporal, que dura más o menos todo el mes de Enero y que me permite reencontrarme con mi "Yo ideal", ese que aparece cuando se evaporan el stress, las presiones y las angustias de correr contra el reloj y que me cae muchísimo mejor que mi "Yo cotidiano". Este Enero no tanto, pero en fin... algo es algo.
Sin embargo, debo reconocer que durante el año también ando anestesiada - aunque "localmente" - según el área de mi vida de la que elijamos hablar. Tengo que reconocer que hay cosas que sólo hago en vacaciones, por muchísimo que me muera de ganas de hacerlas durante el año hábil... estaríamos en presencia de unas anestesias parciales y permanentes, que duran bastante más de lo que me gusta reconocer. Veamos entonces:

Área anestesiada Nº 1: La que nos hace capaces de tener ilusiones
No soy de las que creen en el amor romántico. No creo que vaya jamás a ganarme el Loto y pasar a ser una bon vivant. No tengo esperanzas de que el mundo se transforme en un lugar pacífico y solidario. No pienso cómo podrían llamarse mis hijos nonatos. No creo en las buenas intenciones de la raza humana. Al menos no de Febrero a Diciembre.
Enero... es otra historia. En Enero me enamoro, me hago ecologista, me convenzo de que habrá paz en la Franja de Gaza y me parece que la gente se pone más amable con el correr de los días.
Entro en un trance vacacional que me hace más abierta a charlar con cualquiera y provoca que los piropos de los trabajadores de una obra en construcción que otrora me hacían pronunciar insultos irreproducibles me resulten halagadores. Todos los Eneros me pasa lo mismo, por si quieren avisarle a los muchachos de la UOCRA.

Área anestesiada Nº 2: Las glándulas lacrimales
Yo no te lloro, aunque me tenga que morder la lengua hasta sangrar, me aguanto las lágrimas. No me gusta que me vean llorar, que sospechen que he llorado o incluso que se diga que tengo la capacidad de hacerlo. Prefiero la verguenza de tener que caminar 3 cuadras como Dios me trajo al mundo por la 9 de Julio antes que la de derramar una lágrima en presencia de testigos o en lugares públicos. Me resulta humillante, me parece un signo de vulnerabilidad inaceptable y me hace sentir sumamente débil.
No obstante, en verano, me permito con total descaro mariconear frente al televisor viendo "Quédate a mi lado", con Susan Sarandon y Julia Roberts de testigos, me emociono cuando veo fotos de mis primitos y me conmueven profundamente los relatos de vicisitudes ajenas.
Probablemente se trate de una licencia un tanto carente de sentido para quien lee pero cuando no se llora en todo el año, viene bien hacerlo un poco en vacaciones y depurar todo lo que se trae acumulado desde hace 11 meses.

Área anestesiada Nº 3: El sistema nervioso central y periférico
La máquina se apaga el último día hábil del año: no se piensa más. Normalmente, el órgano que más utilizo y que reina sobre los 5 sentidos es el cerebro. Siempre alerta, siempre evaluando opciones y analizando variables es el que menos descanso obtiene en un día cualquiera. Afortunadamente, existe Enero.
Apagada la CPU las cosas tienden a fluir con una naturalidad inusitada y todo parece más sencillo, con menos alternativas de peligro y más posibilidades de éxito. Es más fácil decir que sí cuando uno hace caso omiso de todo lo que ello implica y mucho más complicado decir que no cuando se encuentra semi anulada la capacidad de detectar riesgos en cualquier lado.

Todas estas áreas que normalmente no funcionan - o lo hacen a medias y supeditadas al mandato de otras - se activan con el año nuevo y comienzan su efímero reinado anual con renovadas energías. Por eso, y dado que Enero todavía no terminó, es que la noche me encuentra sentada frente al monitor con una sonrisa estúpida, recordando las playas de Brasil y pensando en palabras sueltas en el viento, pronunciadas en español con un acento que arrastra las erres y en una voz con cadencia de samba.
Bajo el amparo del primer mes del año me siento en el patio y sueño... hago de cuenta que estamos viviendo un amor a la distancia, que está esperando que le mande un mail para dejarlo todo y venir a buscarme, mientras suena de fondo Caetano Veloso y se pregunta: "Onde está você agora?" y suspiro como solamente Enero me lo permite.
A veces se reactivan los sospechosos de siempre y pretenden arrancarme de mi ensoñación. Entonces me enojo y los ahuyento al grito de : "Y qué si quiero hacerme ilusiones vanas, pestañear como una quinceañera y creer que cualquier cosa es posible?? Es un permiso que me doy una sóla vez al año. Creo que me lo tengo merecido".
Después de todo, dentro de una semana el mundo empezará a girar otra vez, llegará Febrero y mi cerebro dejará su letargo para volver a reinar mi Universo. Y me daré cuenta de que los amores de verano son siempre tan idílicos como efímeros, de que nunca más volveré a escuchar esa voz con cadencia de samba, de que el amor romántico decididamente NO es para mí y borraré los temas de Caetano del reproductor para reemplazarlos con música en inglés. Ya no me estará permitido llorar, hacerme ilusiones ni dejarme llevar por mis impulsos. Las ojotas volverán protestando al cajón, al lado de los trajes de baño y de los souvenirs que traje de las vacaciones.
Para cuando termine el verano, me habré olvidado de Enero y volveré a ser mi "Yo cotidiano", como todos los años y - si tengo mucha mucha suerte - entre los temas en inglés quedará perdido Iván Noble para sorprenderme mientras voy a trabajar, cantándome al oído las palabras que más me recuerdan que la vida se vive mejor sin anestesia, inclusive de Marzo a Diciembre.



Oxidado - Los Caballeros de la Quema

Oxidado y en la catrera
Gastando a cuenta un vuelto que no va a volver
Si fuera más fácil maquillar este otoño en
Los besos
Si quedaran cartas por mentir en este póker
De ciegos...
Más garúa, más te extraño
Arrodillada en mi boca
Nunca juego bien esta historia
Del tipo buen perdedor
Vuelvo a mi cucha rengueando
Estas ganas borrachas de volverte a ver
No es que no quiera ladrarte
Lo que no me anda sobrando es la fe
No es que no quiera cuidarte
Pero ando noqueado y no puedo hacer pie
Y no es que no quiera tocarte
Ando volteado...
Nena
Se va desinflando nuestra milonga
Y nunca pudimos bailar sin pisarnos los pies
A juntar los puchos y las copas
A bajar las persianas
Se acaba la fiesta
Y es temprano para pedir revancha
Más garúa, más te extraño
Arrodillada en mi boca
Nunca juego bien esta historia
Del tipo buen perdedor
Vuelvo a mi cucha rengueando
Estas ganas borrachas de volverte a ver
No es que no quiera ladrarte
Lo que no me anda sobrando es la fe
No es que no quiera cuidarte
Pero ando noqueado y no puedo hacer pie
Y no es que no quiera tocarte
Pero ando sin mimos...
Nena