Niños, errores y vacaciones invernales

{ domingo, 24 de julio de 2005 }
A diferencia de muchas mujeres de mi edad, la maternidad no es un proyecto que encaje del todo en mi futuro.
Mejor dicho, no sé muy bien cómo amalgamar la concepción y crianza de un hijo con los demás proyectos de vida que tengo, como por ejemplo ejercer mi profesión, viajar, ir al teatro o al cine, escaparme a la costa un jueves, tener un departamento que se preste a cenas con amigos, festejos desenfrenados y noches en compañía.
Sin embargo, estimo que en algún momento habré de casarme... y eventualmente supongo que daré a luz algún retoño.
Es por eso que a veces me pregunto cómo es posible que los padres de algunos niños sean tan imbéciles.
Criar un hijo para que se torne una persona libre, decidida, segura de si misma, amable, educada, ubicada, pensante, independiente, amigable y - principalmente - de bien, no ha de ser cosa fácil, lo sé. Pero tampoco es necesario ser Einstein para darse cuenta de que algunas cosas son perjudiciales.
Con los niños en edad escolar vacacionando por ahí, es inevitable caminar 2 metros sin encontrarse con alguna escena entre padres y retoños que hacen evidente que ese pequeño pasará una buenas horas recostado en un diván cuando crezca.
Veamos algunos ejemplos:

1. "Para que después no digas que no te llevo a ningún lado"
Ni bien culmina el acto de cierre de la primera mitad del ciclo lectivo - y suponiendo que hayan ido, no? - los padres acorralan al niño y le comunican que ya han obtenido entradas para cuanto espectáculo, película, evento, muestra o presentación que haya en oferta.
Acto seguido, comienza una desenfrenada salidera: el Lunes, Barney en concierto; Martes, Manuelita Kids Rock Festival; Miércoles: 17.645 vueltas en la calesita del barrio; Jueves: recorrida por los shoppings que tienen stands infantiles (Desde el Alto Avellaneda hasta el Paseo de Compras de Villa General Belgrano, inclusive); Viernes: Maratón de todas las películas de Disney en existencia (aunque la den en un ex cine XXX de la calle Lavalle)
Ahora, me pregunto varias cosas: ¿A alguien le interesa preguntarle al nene si quiere pasarse la semana corriendo? ¿Por qué será que los padres SOLO salen con sus hijos en las vacaciones de invierno? ¿No tienen fines de semana durante el año?

2. "Te voy a dar una razón para que llores"
Los niños son inmediatistas, lo quieren todo y lo quieren ya. Esto no es novedad, de hecho... por eso son niños. Si sus padres - y el resto de la sociedad - tienen suerte, a medida que crezcan comprenderán que no pueden tenerlo todo y que hay que esperar para ciertas cosas.
Es, entonces, de esperar que reclamen la adquisición de cuanto objeto vean a la venta. Y que digan cosas como:
- "Mamá, mamá... me comprás esa Caléndula Australiana que vende el señor??"
Ahora bien, ¿qué hacen los padres ante este requerimiento? Irritados ya por una semana de oir cánticos infantiles, niños gritando y señores grandes disfrazados de hongo, dinosaurio, zapato y antena parabólica, hartos de soportar películas musicales y arrepentidísimos de haber concebido, se convierten en una suerte de desgraciados resentidos que, en lugar de decir "No" o explicarle a sus retoños que las caléndulas no son para jugar, adquieren como acto reflejo revolear un certero sopapo ante las expresiones "Me comprás", "Quiero" u "Hola", en forma indistinta.
Cuando el desorientado nene rompe en llanto, amenazan con firmeza "Querés que te de una buena razón para llorar, Robertito?"
Saben cuál es el lado positivo de aplicarle un correctivo al chico sin que éste comprenda su error, sin explicarle absolutamente nada o - aún peor - sin que el propio progenitor entienda exactamente el por qué del soplamocos? Pues, NINGUNO.

3. "Querías venir? Bueno, ahora te embromás!!"
Que el chico tenga edad suficiente como para ir a ciertos espectáculos no implica que DEBAN concurrir a ellos. El simple hecho de que un film esté calificado como ATP, no obliga a llevar al nene de 1 año y medio a verlo, aunque se trate de "Winnie Pooh y el Pequeño Efelante".
Sucede que los chicos tienen - generalmente - varios problemas con los cines y teatros: miedo a la oscuridad y a los sonidos estridentes, incapacidad de prestar atención por un período extenso de tiempo, inoportunas ganas de ir al baño o de comer y problemas para guardar silencio y/o controlar su llanto.
Quien haya estado alguna vez, y aunque mal no sea por 10 minutos, en la misma habitación que un nene chiquito, sabe que lo que digo es cierto. Los chicos son chicos y no tienen por qué aguantarse las ganas de hacer pis hasta que termine la película.
El problema son los padres, que los llevan al cine y cuando el retoño se aburre, incomoda, tiene sueño o ganas de ir al baño, empiezan a silenciarlos (a veces para no perderse ellos la película!!) e ignoran sus reclamos. Al principio, lo hacen con sutileza... y luego a los gritos.
El resultado? El nene llora hasta ponerse morado, el padre se pelea con los demás espectadores, mientras la madre le dice al niño: "Querías venir? Ahora nos quedamos hasta que termine!!!! ", lo que provoca un "Nooooo!!" multitudinario proferido por los demás concurrentes. Una salida de porquería para todos.
Moraleja: niños pequeños + cine = catástrofe, así que mejor alquilen algo en casa!!!!!!

Hay millones de maneras de arruinar la infancia de un niño - con las consecuentes secuelas que eso dejará en su persona cuando crezca -, sin que para ello sea necesario maltratarlo, matarlo de hambre o enviarlo a trabajar a una fábrica de agroquímicos a los 10 años y las mismas personas que se horrorizan ante titulares como "Un niño de 6 años atado por su madre a un árbol al irse a trabajar" son las que hacen sufrir a sus hijos cuando los ignoran, les faltan el respeto y no se preocupan por conocerlos y acompañarlos.
Obviamente, no es fácil criar un hijo... pero muchos caen en el "facilismo" que implica dejarlos ver cualquier cosa en la televisión antes que sentarse un rato a jugar con ellos, reprenderlos antes que entenderlos o saturarlos de actividades para "sacárselos de encima".
Cuando yo era chiquita, mi papá trabajaba e iba a la facultad. Cuando llegaba finalmente a casa, a las 11 o 12 de la noche, exhausto y famélico, se sentaba en el suelo. Mientras mi mamá le calentaba la comida, dejaba de lado su día, su cansancio y su hambre para jugar conmigo. Hoy, casi 20 años después, todavía recuerdo la sartén de plástico naranja con la que le pegaba en la cabeza mientras me hacía cosquillas.
Mis padres nunca me llevaron a ningún lado en vacaciones de invierno, porque preferían evitar las multitudes y aglomeraciones. No por su comodidad, sino por mi seguridad y la de mis hermanos. Sin embargo, en época de clases, nos llevaban a cines, teatros, calesitas y plazas. Nos dejaban elegir y compartían cada momento con nosotros. Nunca nos retaron sin antes explicarnos con claridad la naturaleza de la falta cometida, jamás nos permitieron molestar a terceros o comportarnos como indios. Aprendimos a respetar y obedecer, pero también a defendernos y a hacernos respetar.
Desde muy chica, cuando me alejaba mucho del "ojo que todo lo ve" de mi mamá, mi papá me silbaba a manera de advertencia. Lo mismo hacía con mis hermanos. Cuando voy por la calle y escucho un silbido similar al de mi viejo, no puedo evitar pararme en seco y mirar alrededor. Me pasó en la facultad, yendo a trabajar y mil veces por la calle. Y cuando me doy cuenta de que ya tengo 22 años y de que hace ya mucho que mi viejo no me silba para que no me aleje demasiado, reemprendo la caminata con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo sospecho que entre las corridas a la pileta a las 3 de la mañana, los "ataques nocturnos" en que jugábamos a la guerra de almohadas en la cama matrimonial y tirarle cohetes a mi abuela en el patio (pobre... se ha pegado cada susto!! jajaja), algo bien deben haber hecho. Probablemente el secreto no esté en procurar que los chicos desarrollen cuanta actividad "para niños" exista, sino en hacerlos partícipes de las "cosas de grandes", adaptándolas a su edad. Es una tarea difícil, pero a mis padres les funcionó para que sus hijos crecieramos con poco que reprocharles y muchísimo que agradecerles.

Se abre una ventana

{ lunes, 18 de julio de 2005 }
Fue reconfortante encontrarme con brazos nuevos, que esperaban abiertos de par en par mi llegada. Creo que por primera vez valoré de verdad su sonrisa, su calidez y su ternura.
Descubrí esa noche que cuanto más lo conozco, más lo quiero conmigo.
Siempre creí que la atracción es algo que te pega de lleno, como una ola de calor. Pensaba que era imposible anhelar un vínculo con quien no me deslumbraba de entrada.
Debo decir que, al menos con él, me equivoqué groseramente. Todos los días me sorprende con algo nuevo... y para mejor.
En un principio, cometí el error de subestimarlo. En mi experiencia, los hombres que se desviven por una tienden a humillarse cuanto sea necesario en pos de satisfacer nuestros caprichos. Yo estuve tentada de medir el límite. Supongo que fue una prueba para descubrir si me encontraba ante un "felpudo" (perdón por el término, pero no quiero caer en hipocresías... chicas, ustedes me entienden!!), necesitaba saber si era de la especie de los "Sí, querida".
Bueno, digamos que me tuve que bajar del caballo del divismo, porque no le gustó nada. (Afortunadamente!!) Nunca me pusieron los puntos con tanta sutileza!!
Ahora me pregunto qué se hace con un hombre así. ¿Es posible renegar de alguien que nos quiere, nos respeta, nos da los gustos sin perder la dignidad, se interesa por cada cosa que pasa en nuestra vida, no es celoso ni excesivamente posesivo, nos hace reír hasta las lagrimas, nos cuida y nos trata con ternura sin herir nuestra independencia? En rigor, se puede... de lo que no estoy segura es de poder hacerlo sin sentirme la mujer más idiota de este mundo.
Y no, no es Adonis. No es esa clase de hombre que hace inevitable que nos demos vuelta en la calle al verlo pasar. No es ese chico que sonríe y nos mira con sorna en el colectivo, es más de la clase de hombre que nos da tranquilidad que esté esperando en la misma parada que nosotras. Es de esos que - cuando te abrazan - te hacen sentir adentro de un camión blindado.
Sin embargo, cuando lo miro a los ojos siento que Adonis tiene mucho que envidiarle.
Restará, entonces esperar y ver si es éste el hombre que me hará abandonar la soltería y junto con ella mis miedos y fobias... aunque todavía no me atreva del todo a decir "Ojalá que sí".

Cuando se cierra una puerta

{ domingo, 17 de julio de 2005 }
El 22 cruzó el Puente Pueyrredón más o menos a las 7.50. Mientras trataba de disimular la irritación que me producía un cardúmen desenfrenado de niños (ya mencioné que ODIO a los niños de vacaciones, no?), recordé que hacía ya mucho tiempo que no tomaba ese colectivo de noche. Tengo mis razones, no pregunten.
Entonces mi memoria emotiva se disparó, y evoqué la ansiedad que me embargaba esas noches de verano en que, con cara de feliz cumpleaños, tomaba el colectivo para ir al encuentro de cierto señor.
Encontrábame, entonces, viendo sin mirar por la ventanilla, mientras frases, imágenes, sonidos y olores pasaban por mi mente a la velocidad de la luz. De repente tuve frío. Me sacudí involuntariamente y volví a mirar por la ventanilla, para descubrir Plaza Dorrego en un estado lamentable.
Allí donde otrora florecían las mesas en torno a las que montones de personas se congregaban a tomar cerveza en remera y Havaianas, sólo quedaban unas sillas plegadas, mesas mojadas y árboles desnudos. La Plaza parecía muerta a manos del cruel cuchillo del invierno.
Para mi sorpresa, sonreí. La analogía me resultó divertida, pero eficaz. Yo esperaba ver el verano... en mi mente siempre será Febrero en Plaza Dorrego. Y sin embargo la realidad era otra: el invierno la había conquistado.
Los angloparlantes denominan "closure" a la culminación o cierre de un momento crítico, que hace posible superarlo luego, como por ejemplo el fallecimiento de un ser querido o la extinción de un vínculo amoroso. Pues bien, yo tuve una suerte de closure cuando vi la decrepitud de la Plaza.
Pensé en ese momento que ya nunca serían igual mis viajes en el 22. Ya no albergo la esperanza de que el verano sea eterno, ya no vivo aguantando la respiración, anhelando que vuelva un día a decirme que me quiere de vuelta, camisa color ladrillo, jean celeste y Havaianas.
Si está escrito en algún lado que nos volvamos a cruzar, probablemente lleve paraguas y sobretodo. Y quizás yo no tenga tantas ganas de decirle que sí.
En cualquier caso, cuando me bajé del Subte en la estación Palermo, me alegré de que no fuese él quien me esperaba en el andén.

Gataflorisfo agudísimo

{ jueves, 14 de julio de 2005 }
A veces, sólo a veces, siento un odio visceral hacia mí misma. Me odio cuando me gana la histeria, cuando me domina ese miedo irracional (que en serio es casi fóbico) a las relaciones decentes.
Enumeremos los factores que me hacen entrar en crisis:
1. Demostraciones de cariño de una persona del sexo opuesto, cuando son realmente sentidas y desprovistas de toda lascivia.
2. Las expresiones "Te quiero", "Te amo", similares y/o derivadas.
3. Tener la certeza de que alguien necesita de mí, que quiere pasar tiempo conmigo.
4. Que me cuiden, que estén pendientes de mí.
5. Que hagan un esfuerzo (llámese viajar grandes distancias, correr contra el reloj, quedarse sin dormir, etcétera) para verme. Obviamente, cuanto más grande el esfuerzo, mayor el pánico.
Todas esas cosas me generan terror, y el terror hace que emprenda una desesperada e inmediata huida. ("Alguna excusa tenía que haber", no Ger?)
Si ya soy acelerada en condiciones normales de presión y temperatura, imaginen ustedes cómo me pongo cuando me agarra un ataque... verdaderamente insufrible. Generalmente, los síntomas son tan claros como intensos: me falta el aire, me duele el estómago y me pongo archi-híper-recontra-ultra susceptible, todo me irrita y/o angustia.
Entonces, se pone en marcha el escape, que tiene dos formas bien definidas: abandono sin miramientos a mi partenaire o me pongo tan caprichosa, insoportable, voluble y cruel, que prácticamente invito a la patada. Ya me dijeron mis terapeutas (Ger y Jules) que es todo psicológico y que no existen razones anátomo-fisiológicas que causen asfixia cuando alguien me agarra de la mano. Pues yo creo que mienten! (jajaja)
Pero, en fin... acá estoy, paralizada de terror ante un caballero que pretende curarme, a fuerza de llevar a cabo con tesón todo lo que me aterra.
A quién se le ocurre tratar bien a una mujer? Eh? A qué clase de desquiciado le parece normal tratarme como si fuera una Princesa? Estoy casi segura de que eso es un delito en los países desarrollados, pero por supuesto, Argentina siempre está atrasada en materia legislativa!!!!! Dónde están los hombres normales, que no te llaman nunca, que te dejan tirada en cualquier lado a las 4 de la mañana y te llaman un taxi antes de que hayas terminado de vestirte? Dónde quedaron esos machos chapados a la antigua, que preferían recibir una coz de burro en los genitales antes de darte la mano en público?
Hombres eran los de antes!
... y espero que las mujeres como yo también sean las de antes...
Ojalá, muchachas, aprendamos a dejarnos cuidar un poco más. Ojalá borremos definitivamente de nuestras vidas a todos esos tipejos espantosos que nos trataron como si fuéramos muñecas inflables animadas. Tengo la esperanza de que podamos aprender a valorar a esos hombres que nos admiran simplemente por ser mujeres, de que nos dejemos de joder con eso de que "somos total absoluta y completamente independientes y autosuficientes" y empecemos a permitirles que muevan los muebles, carguen las bolsas más pesadas, paguen a veces la cuenta y nos abracen fuerte cuando aparezca Jason en la pantalla... aunque los muebles tengan rueditas, las bolsas no pesen tanto, tengamos plata de sobra y Jason no nos provoque más que risa.

... Alcauciles para el olvido

{ jueves, 7 de julio de 2005 }
Cuando pretendemos olvidar a alguien, tiende a surgir de los lugares más bizarros, cual Jason o Freddie, y sentimos que las garras del recuerdo se extienden hacia nosotros inexorablemente.
No voy a preguntarme por qué... a esta altura, es una pregunta retórica. Pero el silencio no me saca el sabor amargo de la boca.
Hoy revelé las fotos del verano (Ya sé, estamos en Julio... Bueno!!). A medida que las iba mirando, revivía los buenos momentos, las risas. Me encantó ver mi cara... me vi muy linda, se ve que estaba en paz.
Una a una las fui recorriendo con nostalgia y con una sonrisa. Pero los Hados quisieron echar sal en mi herida, y ahí estaba.
Justo cuando había dejado de extrañar, cuando había conseguido sobrevivir sin verlo, sin escucharlo, sin leerlo en el MSN.
Dos días tuve de plenitud. Dos días de carencia de recuerdos, de ausencia de escalofríos, de adormecimiento de emociones, de acostumbramiento al vacío, de inspirar sin sentir angustia. Empezaba a creer que lo tenía superado.
Y tiene el descaro de aparecerse ahí, abrazándome, en una foto que no recordaba. Tiene la desfachatez de estar sonriendo, de verse contento. Todo volvió al principio. Retrocedí mil pasos, montones de horas de meditación y centenares de momentos de autocontrol en los que me impedía marcar todos los números de su teléfono, conectarme a Internet en horarios clave y darle click a "Enviar" al e-mail que guardo en la carpeta "Borradores".
Estoy de nuevo donde empezamos o, mejor dicho, donde terminamos.
Otra vez batallando por no ceder al virulento impulso de discar, de conectar, de recordar, de buscarlo.
Se le atribuye a William Shakespeare la frase "Intentar olvidar a alguien es querer recordarlo por siempre". No podemos hacer las dos cosas? No se puede recordar los hechos y olvidar las emociones?
Quisiera que mi memoria de ésto fuera como una crónica histórica: concisa, detallada, en orden cronológico y totalmente vacía de sentimientos. ¿Qué se puede sacar en limpio de este desorden mental? Pues nada.
Mal hubieramos aprendido Historia si Félix Luna hubiese escrito:
"Bueno, no me acuerdo cuándo, pero viene Rosas - que estaba divino, súper bronceado y marcadísimo porque había retomado el gym - y le dice a Encarnación: 'Mirá, Encarna, todo bien con vos, pero me da como que ya fue. O sea, estuvo re lindo mientras duró, pero no me copa que andes todo el día acomodándote la peineta o contando los alambres del miriñaque y no le des bola a la causa, me entendés?'
Y Encarnación Ezcurra - que se comenta que era re perra y tipo que tenía un carácter de mierda mal - le dijo que se dejara de joder y que no se le hiciera el macho.
Entonces, Rosas se la tuvo que comer, porque la mina no se iba a bancar ni ahí que la boludee... y como él la re quería, se puso las pilas y se arreglaron" (*)
Propongo, entonces, lo siguiente: cuando inventen todas las pavadas que muestra el cine Sci Fi de Hollywood (Ej: Máquina para predecir asesinatos a través de precogs, como en Minority Report), creo que debería dársele prioridad altísima a un "Organizador de Recuerdos" que transforme los confusos recuerdos sentimentaloides que nos quedan atascados en el cerebro en ordenadas crónicas con rigor histórico y carentes de emotividad.
Si alguien de la comunidad científica tiene en desarrollo algo por el estilo, me ofrezco como voluntaria para las pruebas.
Si no lo han tenido en cuenta hasta ahora... tengo la patente en trámite, sépanlo!!!


(*) Nota: No estoy segura de que la mujer de Rosas se llamara Encarnación Ezcurra, pero bueno... ustedes sabrán perdonar