Ando egresando...

{ viernes, 29 de junio de 2007 }
Me estoy yendo de todos lados... todos nos estamos yendo. Nos vamos de las mañanas de invierno en aulas gélidas musicalizadas con viejos adagios en latín y artículos numerados. Dejamos atrás los pasillos atestados de junio y diciembre, los alumnos sentados en el piso entre pilas de papeles y repitiendo para sí las palabras que algún viejo jurista nos dejó guardadas entre centenares de páginas divididas en tomos. Siempre hay varios tomos.
Nos vamos de las noches de insomnio previas al examen, de los nervios disimulados, de esa mezcla de agotamiento y tristeza que nos dejan los parciales. El último, que cierre la puerta, así no se escapa el hastío para colarse en el "después".
Salimos caminando con dignidad y dejamos atrás el café en vaso térmico, la sonrisa del vendedor del segundo piso y le dejamos el cambio, si no tiene más monedas. No importa, ya nos vamos.
Me voy y no me importa si me olvidé un capuchón de Bic a medio morder en el aula 237. No quiero apurar el paso, por si alguien me detiene para decirme cuántas columnas tiene el Salón de los Pasos Perdidos o para reclamarme que me lleve los incontables pasos que yo misma dejé en él.
Nos vamos de todos lados: de las aulas que dan al Parque Naciones Unidas (esas que tienen vista a la Floralis Generica); de los asientos de madera que se quejan con crujidos; de las torres que se ven en las aulas que dan al río (que nunca supe a qué edificio pertenecen); del 130, del 17, del 67, del 93 y del 62; del olor a querosén y aserrín de las 7.30. Dejamos nuestra ingenuidad arrumbada cerca de la Biblioteca Silenciosa y abandonamos papeles dentro de los libros de la Circulante.
Les dejo encargado el rincón donde estudiaba y el sonido de los aviones que van y vienen de Aeroparque, los retroproyectores y las mesas de los bedeles.
Caminamos a paso firme, dejando atrás el bar, las aulas de extensión universitaria que están en el subsuelo y sin mirar dos veces al que practica croll en la pileta los martes y viernes de 10 a 11. Cuidado con las chicas que hacen boxeo en el gimnasio... no les gusta que los hombres se las queden mirando.
Me voy a detener un ratito a mirar - por última vez - la pintura descascarada, las listas impresas en papel con franjas rosas y blancas, los listados de oferta de la segunda inscripción y la cara de "de día sacamos fotocopias, de noche andamos de caño y somos piratas del asfalto" de los que trabajan en Express.
Estoy más cerca de la puerta y cada vez más lejos de las inscripciones por letra. Les dejo guardada una palabra de aliento atrás del busto de Vélez Sársfield que está en la planta principal, por si les ponen un 2 inmerecido.
Aminoro el paso para recorrer el Decanato. Me gustan las paredes acolchadas - parecen inspiradas en un loquero - y los sillones gigantes, tapizados en cuero. Los profesores siempre leen La Nación e indefectiblemente tienen los lentes casi sobre la punta de la nariz.
Estamos frente a la puerta grande, la que da a Avenida del Libertador. Les dejamos algunas lágrimas de frustración desparramadas por los pasillos oscuros del tercer piso.
Y no quiero dar un paso más. No quiero irme - pero me muero de ganas - de mis 18 años, de mi colita de caballo y mis resaltadores sin estrenar. No quiero dejar los pasillos de mármol y estoy segura de que voy a extrañar el olor a huevos podridos de la escalera del costado.
Ando egresando y siento que en el proceso me estoy dejando olvidada la época en que el mundo no sabía la diferencia entre el plano del ser y el del deber ser.
Quisiera volver a descubrir a Kelsen, Gordillo, Llambías, Borda, Alterini-Ameal-López Cabana, Marina Mariani de Vidal (o era Mariana?), Dworkin y Hobbes, porque creo que en las páginas de sus libros me dejé la adolescencia.
Ojalá pudiera perderme de nuevo en el laberinto de pasillos y ascensores que hoy conozco mejor que mi propia casa! Pero no se puede... hay que seguir caminando.
Nos vamos de todos lados pero - por suerte - al mismo tiempo nos quedamos para siempre. Les dejamos guardada una esperanza vestida de piedra caliza, con escaleras eternas y ventanales muy altos. Si no la encuentran, pregunten por la Facultad de Derecho.