Nada deja de doler

{ lunes, 15 de agosto de 2005 }
Es tan asquerosamente temprano!! Llevo el espíritu pegado a un cuerpo que se queja por los churros que comí en la puerta de "El Bosque", el tequila que tomé adentro y lo mucho que dormí al volver.
Después de una cena sanísima y unos cuantos cigarrillos, ya no me siento tan atontada. Algo parecido a la lucidez parece asomar en mi cerebro. Supongo que no todo está perdido.
La estrofa de un poema de Rubén Darío (*) que recordé hoy y varias cosas que escuché en conversaciones propias y ajenas me dejaron en compañía de algo que tiene aspiraciones de idea. Digamos que es una suerte de hipótesis, que podría formularse así: "Nada deja de doler".
Personalmente, no creo demasiado en el perdón perfecto. No logro imaginarme que exista en la especie humana algún ejemplar que perdone y subsecuentemente deje de pensar en la afrenta. Todos podemos perdonar de corazón y hacer uso del famoso "Aquí no ha pasado nada", pero en un momento u otro tenemos presente la falta que necesitó ese perdón. No hay que confundir esto con el rencor, que es una cosa muy distinta y que consiste en condicionar todos nuestros actos al recuerdo de lo que pasó e incluso - en algunos casos - intentando alcanzar revancha. Perdonamos, sí... pero no conseguimos evitar que se nos filtre de cuando en cuando en la memoria esa vocecita que nos refresca: "Te rompió la cocinita de Barbie que le prestaste hace 10 años, acordate!"
En otro orden de ideas, pero analógicamente, creo que lo que nos lastimó alguna vez, nunca deja de doler. Probablemente nadie andará por la vida llorando porque el noviecito que tuvo en tercer grado se cambió de colegio en cuarto, es un suceso demasiado antiguo como para generarnos algo más que la sensación de que estamos más viejos de lo que creemos.
No obstante, en algún momento de nuestras vidas nos hizo sufrir y es precisamente ese sufrimiento y la elaboración del duelo lo que nos llevó a superar el abandono perpetrado por nuestro enamorado de la infancia. Ahora bien, cada dolor nos redefine. Una persona no vuelve a ser la misma después de un desaire y tampoco será en un futuro de la misma forma que hubiera sido si no la hubieran lastimado.
Si ese padecer tiene el poder de transmutar nuestra personalidad, entonces no es cierto que lo superamos. Lo que en realidad sucede es que crecemos alrededor de él, lo absorbemos.Incorporamos cada dolor a nuestro fuero interno. Una vez ingresado, procuramos moldearlo para que encaje en nuestra vida... y en el proceso de moldeado, profundizamos el análisis hasta entenderlo e incluso justificarlo. Entonces, suponemos que ya no sufriremos más por eso, que es tiempo de dolores nuevos.
¿Deja de doler que tu primer novio te haya metido los cuernos, que algún familiar haya fallecido, que te dejen plantada en el altar, que te hayas enamorado de quien no te quiso, que tu amiga no te haya visitado cuando estabas enferma, que tu cuñada le prohíba a tu sobrino ir a verte o que te divorciaras del hombre con el que te casaste para toda la vida?
Yo creo que no. Y en realidad no importa si nos enteramos de que los cuernos fueron porque otra se le tiró encima, si nos consolamos con la idea de que ese familiar ya no sufre más, si el novio se tuvo que ir a encargarse de la madre a Beirut, si sabías cómo eran las cosas desde un principio, si no se enteró de lo que te pasaba, si no lo dejó venir porque no había hecho los deberes o si era obvio que no podían seguir casados. Duele lo mismo. Es irrelevante la causa... "el alma tiene razones que la razón no comprende".
Es cierto que después de un tiempo dejamos de entregarnos al llanto y ya no pensamos todo el tiempo en lo que pasó. Volvemos a sonreir plenamente, disfrutamos de los recuerdos con ternura, nos enamoramos, somos felices... la vida continúa como si nada hubiera pasado. Pero también es cierto que cuando nos encontramos ante algún disparador que nos remite al momento crítico, experimentamos un deja vù y hacemos una mueca de dolor para nuestros adentros. Probablemente nadie sabrá que eso tiene para nosotros una connotación que anula su real significado. Jamás confesaremos al padre de nuestros hijos que no nos gusta que nos diga "gorda" porque así nos llamaba - aunque hayan pasado 20 años - ese hombre que nos cambió la vida y que, a pesar de que no pudo ser, nunca dejamos de amar. No volveremos a ese bar donde nos citaron con la pauta: "tenemos que hablar". Nos desviaremos unas cuadras para no pasar por la clínica donde vimos por última vez a un ser querido. Juntaremos coraje para no reaccionar mal cuando pasen por la radio esa canción que nos une a una sola persona en todo el Universo y que nos transporta a un momento muy preciso en el tiempo y el espacio. Regalaremos el libro que tiene subrayado cierto pasaje particular y no compraremos otro ejemplar nunca.Hay mil cosas que podemos intentar para minimizar los riesgos. Trataremos de no tener demasiados deja vù. Pero en un rinconcito perdido de nuestro espíritu, estaremos siempre llorando por lo que fue y ya nunca será. Ahí, sonará de fondo la canción que no queremos escuchar, mientras la voz que no queremos recordar repite las frases que nos hicieron felices, pero cuyo recuerdo nos hiere irremediablemente. Es nuestro destino padecer. Nos lastiman el pasado imperfecto, el presente inasible y el futuro incierto, pero el dolor es parte de la vida. Podemos renegar de él, hacernos los superados o caernos a pedazos si se nos rompe una uña. Cada cual lo sobrelleva de la manera que puede, no de la que quiere. Lo importante es, a mi entender, asumir que nadie está exento del cachetazo y saber aprovechar los escombros de cada pared que rompemos con la cabeza para construir un espíritu sólido en el que podamos refugiarnos y sanar. Las heridas dejan cicatrices que están ahí para demostrarnos que pudimos, que no nos dejamos caer. Quizás no volvamos a ser los mismos, pero tenemos la oportunidad de ser y - si somos inteligentes y lo aprovechamos - de ser mejores que antes.

(*) "Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
y la roca muerta, porque esa ya no siente,
pues no hay pena más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente"
Rubén Darío

¿Qué es el amor?

{ jueves, 11 de agosto de 2005 }
La pregunta es tan vieja como el mundo. Las respuestas esbozadas, infinitas.
Plumas ilustres intentaron - alcanzando un éxito relativo - desentrañar el misterio.

"... Y era el Amor, como una roja llama...
- Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se trocaba en surtidor de estrellas -."

Antonio Machado - "Cante Hondo"


"Amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño"

Joaquín Sabina - "Amor se llama el juego"


"Porque el amor, mientras la vida nos acosa,
es simplemente una ola alta sobre las olas (...)"

Pablo Neruda - "Soneto XC"

Pero - reitero - el éxito de las respuestas ilustres es relativo. Estaremos de acuerdo en que el amor, después de un tiempo razonable de relación, poco tiene del "surtidor de estrellas" de Machado. Todo cambia cuando una se deja ver con una bombacha que tiene el elástico
vencido o cuando contempla los agujeros en el calzoncillo de su Romeo.
Aunque a veces es conmovedor escuchar al objeto de nuestro afecto recitándonos a Neruda o entonando (bueno, a veces desafinando, pero pone voluntad el pobre!) alguna melodía sabinera, considero que las definiciones artísticas del término podrán ser muy bellas, pero no tienen nada de esclarecedoras.

Por descarte, entonces, sabremos que:

El amor no es necesariamente sinónimo de belleza, en el sentido absoluto del término. La imagen de Evaristo agachado debajo del calefón todo transpirado, puteando con una llave francesa en la mano y con la raya del traste asomando por la cintura del pantalón no es
precisamente un cuadro de Botticelli, no? Sin embargo, que arregle el calefón con sus propias e inútiles manos es un acto de amor.

El amor no implica alcanzar el Nirvana. No es un estadio de entera paz y armonía. Si lo fuera, en vez de decirle: -"Salí, infeliz, que llamo al gasista!!" al pobre Evaristo, le diríamos: -"Gracias, amor mío, por desafiar tus limitaciones e intentar solucionar mis problemas. No, no importa que me volaras la cocina! Nuestro amor no se compra con los mil pesos que vamos a gastar en reconstruirla"

El amor no borra los defectos del otro, no nos enceguece. Todos sabemos que Evaristo es un inútil que no puede ni cambiar una lamparita sin dejar a oscuras toda la provincia de Buenos Aires. Pero lo toleramos, lo dejamos que haga porque así es feliz. Luego, lo insultamos hasta que una horda enfurecida de vecinos nos toque el timbre y salimos a inventar excusas para que no lo linchen. Eso es amor.

El amor no soluciona los problemas. La cocina no se va a reconstruir gracias a la magia oculta de Cupido. Pero elegir juntos los azulejos nuevos, despotricar contra el albañil al unísono y comer polenta del mismo plato durante un mes para poder pagar el arreglo, hace todo más llevadero.

El amor no sana las heridas. Amar a Evaristo no nos cura las quemaduras de tercer grado que nos provocó la explosión del calefón. Tendremos que ponernos Pancután y Pervinox todos los días, lo amemos o no. Pero cuando sanen, miraremos las cicatrices y evocaremos con ternura la cara de él cuando nos subían a la ambulancia de los bomberos. Esa expresión - mezcla de pánico, culpa y angustia - será inolvidable.

El amor no nos hace olvidar las afrentas pasadas. Por mucho que lo amemos, procuraremos recordarle con frecuencia que voló la casa y que casi nos pasa a mejor vida con su ineptitud. Especialmente si se rompe algo o si lo sorprendemos sosteniendo una herramienta.

El amor no es sinónimo de sexo. Ya que Evaristo no volverá a tocarnos un pelo hasta que no demuestre auténtica contrición por lo sucedido y desista de intentar reducir los gastos prescindiendo de personal de mantenimiento especializado. Salvo, por supuesto, que no podamos aguantarnos más las ganas, en cuyo caso, será por esa vez y nada más. Entendiste Eva, no??

El amor no es más fuerte. Al menos no en comparación con el portazo que pegó Evaristo, mientras gritaba: "Hace un año de lo del calefón!!! Me tenés harto, desquiciada! Me voy a lo de mi mamá!!!". Tampoco es más fuerte que la angustia que nos embarga ante la sola idea de perder para siempre a nuestro Evaristuchis.

El amor no conoce de orgullos o dignidades vanas. Por eso sólo soportamos la ausencia de Evaristo por dos días, antes de salir corriendo a la casa de nuestros suegros vistiendo solamente un impermeable en el frío de Agosto. Por eso ni siquiera nos ponemos coloradas cuando nos abrimos el impermeable al mismo tiempo que se abre la puerta, para descubrir que atendió el padre.

El amor no es racional. El padre de Evaristo lo sabe, por eso le grita desde la puerta: "Che, Evaristoooo!! Es para vos, la loca de tu mujer!", sin detenerse a mirarnos dos veces y con cara de resignación / asco.

El amor no es perfecto. Porque si lo fuera, no se explicaría por qué nos pone tan contentas que Evaristo haya vuelto a casa, ya que deja los calzoncillos sucios sobre la cama, no baja la tabla del baño, se está quedando pelado, eructa y libera flatulencias en nuestra presencia, se come las eses cuando habla, nos patea mientras duerme, se pasa los domingos viendo fútbol, nos lleva de vacaciones a Mar Chiquita, entra en coma inmediatamente "después de" y acaba de prender fuego el microondas nuevo, porque se olvidó un destornillador que usó para poner el estante que lo sostiene adentro del aparato y no tuvo mejor idea que apretar Comienzo..."Para ver si funcionaba, Estelita"

Este amor sí es una roja llama... la que sale del microondas.
Este amor es el juego en el que, cegadas por el humo del incendio, jugamos a hacerle daño a Evaristo, revoleando el atizador de la parrilla.
Este amor es una ola alta, una ola de agua de la canilla con la que el muy retrasado pretende apagar un incendio de origen eléctrico.
Este amor... es el de verdad. Y que nos lo discutan Machado, Sabina y Neruda después de sobrevivir un mes de convivencia con Evaristo!!

Llamado a la solidaridad masculina

{ viernes, 5 de agosto de 2005 }
Esto sí que no lo entiendo!!! Ninguna experiencia, anécdota de amigos y/o artículo de la Cosmo me preparó para una cosa así.
A manera de intruducción, la onda es esta: "X" conoce a "Y". Empiezan a salir. Intiman. "X" confiesa estar enamorado de la mejor amiga. "Y'' desaparece del cuadro. "X" inicia noviazgo con la amiga. "Y" llora, despotrica, se atiborra de galletitas Manón y se asfixia con Marlboro. Pero sobrevive. Y lo supera.
Ahora, entremos en la dimensión desconocida: "X" contacta a "Y" y le cuenta - como si se tratara de una confidencia hecha al taxista - que su ex-amiga-actual-novia no lo "contenta" adecuadamente... me explico, verdad? Y sin acusar recibo de lo desubicado del comentario, agrega con total desparpajo que extraña a "Y" desmesuradamente y le propone un "encuentro casual" para exorcizar los demonios que lo poseen.
"Y" parpadea... incrédula. Empieza pensar que quizás algún insensible hacker se apoderó de la cuenta de "X" con el objeto de jugarle una broma macabra... especula sobre intromisiones del FBI y alienígenas que se infiltran en la sociedad ingresando en cuerpos ajenos. Se pregunta si no estará ante un paciente psiquiátrico fugado.
Imposibilitada de llegar a una conclusión lógica, reflexiona: ¡¿Qué carajo le pasa a éste?!
Hay en la viña del Señor centenares de especímenes extraños, pero éste se lleva todos los laureles. En cabeza de quién cabe algo así?. Invito a los lectores de ambos sexos a hacer la prueba... entablen relación con alguien, luego abandonen al sujeto del experimento con la justificación de que han encontrado al amor de su vida (pueden sustituir esta frase con la expresión "Encontré a uno/a mejor que vos, mucho mejor!").
A continuación esperen un tiempo prudencial y díganle algo así como "Con el amor de mi vida, todo bien pero... no da para un coge?". Cuál es la reacción de los sujetos del experimento?
Pues no sé ellos, pero yo estoy entre desorientada, asombrada, indignada y... por sobre todas las cosas... cagada de risa.
No puedo creer que exista en el mundo un tipo tan infeliz. Invita a la patada, a ser vitupendiado hasta el cansancio.
Las únicas cosas que pude sacar en limpio son las siguientes:
1. Qué feo que tu novio le cuente a su ex que no le movés un pelo, flaca! Vas a necesitar mucha terapia en un futuro.
2. Debo tener mucha cara de tarada.
3. Cuando las situaciones son demasiado bizarras para ser ciertas, me da por tomármelas con un humor a prueba de balas.
4. Los hombres de hoy no saben hacer un verso decente. No me extraña que anden todos como alambre de escoba... alrededor de las mil pajas.
5. A veces es una obligación acatar el mandato expreso del género y - consecuentemente - actuar como unas verdaderas yeguas (incentivar, alentar, convencer... y dejar pagando al retardado imbécil, para que aprenda)
Pero más allá de éstas incoherentes deducciones, permanece en mí una duda de proporciones colosales.
Una dama que aprecio enormemente - y que es por cierto muy sabia - me dijo hace poco que si una mujer tiene la capacidad de darle algo que ninguna otra puede a su compañero de colchón, éste será suyo para toda la vida.
En su momento, consideré que el comentario era parcialmente acertado, pero mentalmente agregué que ningún hombre cambiaría ese "todo especial" que conforma la mujer amada por una "habilidad particular" en otra mujer cualquiera.
Hoy me lo cuestiono. Por eso hago este llamado a la solidaridad masculina. Ruego a los hombres de mi blog que expongan su parecer. ¿Con qué se quedan: la mujer que aman de corazón, aunque no sea lo más parecido a una porno star consagrada o con la que más se acerque a Jenna Jameson, aunque su cerebro esté hecho de corcho y la quieran menos que a sus botines Nike?
Advierto que Ger, Surfer, Emmanuel y los demás habitués masculinos del blog están totalmente obligados a opinar. Chicos, no me pueden dejar sola en esta!!!!! Obvio que las opiniones de las chicas son bienvenidas y esperadas también. Pero ellas entenderán que ésto es cosa de hombres... nos llegó el momento de escucharlos y tratar de entender.
Es mi esperanza que reivindiquen el viejo mito que los describe desamorados, engañosos y sexópatas. Y si no lo hacen, que al menos alguno me reconozca que está orgulloso de ser más pirata que Morgan o que cambiaría gustosamente cada día de noviazgo / matrimonio por una mujer que pudiera rascarles la espalda mientras les muerde la rodilla y silba a la vez la cortina de Fútbol de Primera.

Hagan sus apuestas, señores! Todo por amor o "Toda, por favor!"?

Homenaje triste

{ lunes, 1 de agosto de 2005 }
Siempre tuve la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta, pero quise quererme enamorar como una rubia del montón y que él me sacara de la calle de los besos sin amor.
Lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky 'on the rocks' .
- "De sobra sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por ti la vida entera. Y sin embargo, un rato cada día, quizás, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera" - dijo una noche. Quizás no lo dijo exactamente, pero lo hizo... que es aún peor.
No seas absurdo, pensé, esa explicación nadie te la pidió así que guardátela, me pone enferma tanta "sinceridad". Yo no quiero saber por qué lo hiciste, yo no quiero contigo ni sin ti.
Yo quiero que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentiras, que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena... y por sobre todo, que entiendas que tu duda es mi certeza.
Pero, evidentemente, hay caprichos de amor que una dama no debe tener.
Y aquí me encuentro, confirmando que hasta los huesos solo calan los besos que no he dado. Deseando que si amanece por fin y el sol incendia el capó de los coches, bajes las persianas, porque de ti depende y de mí que entre los dos siga siendo ayer noche,
hoy por la mañana. Acostumbrándome a la idea de que tal vez no tengamos más noches, y tal vez no seas tú el hombre de mi vida.
Abrazando el hueco de tu ausencia en mi colchón y esperando que el día que vuelvas a pedirme perdón pueda dártelo, porque ya no me importe... mientras trato de entender cómo es posible que en mitad de un "te quiero" me hayas olvidado.
Quisiera que sepas - tú, que te habías colado en el coto privado de mi vida y que me dejaste el corazón en los huesos - que las banderas de la patria de la primavera a decirme que existe el olvido esta noche han venido, y yo las escuché con atención, sabiendo que me llevará mucho menos que 19 días y 500 noches alcanzarlo.
Aunque eso engrose mi colección de amores desgraciados y aunque deba volver a ignorar para qué sirve un corazón en el proceso.



Los conocedores habrán identificado ya los retazos de la obra de Sabina en el esqueleto de la historia. Es impresionante cómo puedo identificarme con las letras. Pude contar casi con precisión lo que me pasó en estos últimos días, valiéndome sólo de fragmentos de sus canciones y de algunos agregados, aunque éstos fueron en su mayoría para dar cohesión al texto. Sabina le canta a los amores de una noche, a los que se fueron, a los eternos, a los que dejó, a los que volvieron y a los que nunca existieron. Tiene la asombrosa facultad de deprimirme en mis mejores momentos y alegrarme en los más tristes, pero lo que más me apasiona de su música es que me hace sentir que no estoy sola en mis aventuras y desventuras. Si a mí - que no soy más que un alma perdida en el cyberespacio - me pasan cosas parecidas a las que le pasaron a él, supongo entonces que las personas de este mundo no estamos tan alejadas, que no somos tan distintas.... y eso me da algo de esperanza.
Les acompaño la lista de temas que usé para este post. Ojalá que algún curioso desprevenido descubra detrás de ellas la "banda sonora de su vida".

Joaquín Sabina
19 días y 500 noches
Más guapa que cualquiera
Y sin embargo
Mentiras piadosas
Contigo
Noches de boda
Peor para el sol
Y si amanece por fin
Medias negras
A ti que te lo haces
Con la frente marchita