El amor en los tiempos que corren

{ domingo, 23 de octubre de 2005 }
Alguna vez me indigné al escuchar a una señora de casi 50 años contar que no se divorciaba de su esposo únicamente porque éste la matenía.
Supongo que mi indignación del momento era hija de la inexperiencia, porque hoy día es atrozmente común encontrarse con cuadros similares o idénticos al de esa mujer. No obstante, mi indignación actual dimana del odio a los estereotipos.
Por eso descreo de los axiomas postmodernos que indican que las mujeres de hoy somos más infieles y menos devotas que nuestras madres y abuelas. No me parece que haya nada de verdad en el lema Cosmo "Ya no son necesarios ni para concebir". De hecho, me resulta lamentable esa línea de pensamiento.
Yo creo que las relaciones de pareja se han vuelto más honestas y los lazos afectivos más profundos desde que las mujeres empezamos a pagar la mitad de la cuenta.
Las mujeres casadas que andan rondando los 50 viven renegando de su dependencia económica y se reprochan no haber seguido trabajando, no haber estudiado lo que les gustaba y hasta haber tenido hijos. Detestan a sus maridos al punto de ni siquiera dirigirles la palabra y rezan porque sus hijos se muden cuanto antes.
Cuando veo esta clase de situaciones, no puedo evitar preguntarme para qué se casaron y, si bien las respuestas clásicas son muchas, no logro convencerme del todo de la validez de argumentos como: "Era un buen partido", "No quería quedarme solterona" o "Las cosas tenían que ser así".
Las secuelas de la "Generación Clásica" tienen aristas mucho más complicadas de lo que parece a simple vista. Pensemos si no en la cantidad de hombres cuyo rol de pareja se reduce a sponsorear el hogar conyugal y en sus esposas que lavan, planchan y cocinan con fervor al tiempo que destilan veneno por los poros. Para no mencionar a los hijos veinteañeros, que se alimentan desde la cuna con los rencores de pareja de sus progenitores. ¿Cómo se vive treinta años compartiendo techo, lecho y mesa con una persona a la que no se respeta o con la que no se tiene siquiera una amistad?
Por eso yo prefiero el amor de las mujeres independientes, esas que no se enamoran de un trabajo estable, de la seguridad económica, de la habilidad de cambiar un cuerito o de los conocimientos para discutir con el mecánico. Cuando una mujer que puede mantenerse sola, llamar al plomero, manejar como Dios manda y ser su propio apoyo se enamora, lo hace con sinceridad y su pareja no es una "figura masculina", sino un hombre en el sentido más completo y digno del término.
Esas mujeres se merecen el amor de los hombres independientes, esos que van al supermercado, hacen la cama, lavan la ropa y no necesitan un ama de casa de los '50 para evitar que los tape la mugre. Brindo por los señores que para tener la casa limpia contratan una empleada en vez de buscar una esposa. Me encanta que así sea.
Pero lo mejor de esto es que - de a poquito - las relaciones de pareja se acercan cada vez más a lo ideal. Esto es, son cada vez más 'parejas' y no tan desiguales como antaño.
Si seguimos en este tren de evolución, quizás los maridos nos duren toda la vida porque lo queremos así y no por comodidad o costumbre.
Quizás ya no encontremos mujeres frustradas y enojadas, hombres emocionalmente anulados por miedo a ser tildados de "afeminados" e incapaces de despegar el trasero de la silla ni hijos cuya meta sea "No tener una pareja como la de mis viejos".
Se siente en el aire que estamos demoliendo los viejos estereotipos. Es una época especial en la que el feminismo y el machismo están perdiendo sentido al tiempo que el respeto inter-género gana terreno a pasos agigantados.
Creo que esta revolución hace renacer las ganas de casarse porque ya no será necesario anular a la "mujer" para que viva la "madre / esposa" ni destruir al "hombre" para que nazca el "padre / esposo". Ambos pueden coexistir. Es el fin de la 'esquizofrenia marital'. Voto por las esposas que no se dejan atar a la Eskabe y por los esposos que se hacen amigos del Lavaurora.
Aplaudo de pie a los que se enamoran de las cualidades del ser humano que tienen al lado, en lugar de hacerlo de las habilidades culinarias o laborales.
Y aviso a los despistados que el amor de los postmodernos es cosa seria. Mucho más seria que el supuesto amor que descansa en que el otro cumple bien el rol que le corresponde. Por eso, no hay que permitir que los de la "Generación Clásica" lo subestimen... ellos también tienen trapitos sucios que secar al sol. Sin embargo, tampoco debemos permitirnos creer que somos hombres y mujeres superadísimos, que no necesitamos pareja ni siquiera para tener sexo o un hijo, porque eso sería lo mismo que decir que 25 centímetros de goma, una mano o una probeta son capaces de poporcionarnos la misma satisfacción que un abrazo perdido en la madrugada.
Afortunadamente, no son ni remotamente similares, así que estamos obligados a conservar la esperanza de que en algún momento, cada mujer de esta generación cruzará en su camino al hombre que la complementa y viceversa. Y entonces, podremos comernos un asado todos juntos y reirnos de las épocas en que lavar la ropa era patrimonio exclusivo de las damas y mantener el hogar era obligación de los caballeros.
Eso sí, muchachos, les tocará a ustedes lavar los platos, porque nosotras habremos hecho el asado!