Escudos y corazas

{ viernes, 5 de noviembre de 2004 }
Como en el juego "Calabozos y Dragones", tan popular en ese Universo paralelo en el que alguna vez fui niña, en la vida real cada uno de nosotros tiene una habilidad distinta para afrontar la interacción social.

Hombres y mujeres, sin distinción de raza, credo, nacionalidad o color de piel, nos envolvemos en corazas cuasi impenetrables para escapar del archivillano: el sufrimiento. Y emprendemos la tarea de construir nuestra armadura, que nunca estará completa, que no nos hará invulnerables y tendrá muchos puntos débiles, desde una edad muy temprana.

No hay planos, ni recomendaciones técnicas. Tendremos que perfeccionarla a medida que - ensayo y error mediante - vayamos descubriendo las fallas que presenta. La edad nos obligará a ajustarla. El dolor nos enseñará a reforzarla... y el amor la dejará oxidar en su caja, hasta que llegue el momento de lustrarla y volver a ponersela.

No hay dos corazas iguales, es cierto. Pero hay categorías... los seres humanos tendemos a caer en lugares comunes.

1. La alegría de vivir:

No es muy común, pero tampoco una rareza. Algunos prefieren prescindir de las enormes jaulas de hojalata y eligen colgarse un cascabel al cuello. Van por la vida sonriendo, siempre de excelente humor y con ganas de hacer amigos.

Le ponen buena cara al vendaval, son solícitos y educados ante el insulto y la agresión. Se protegen del dolor haciendo creer que son incapaces de sentirlo.

Requiere mucho coraje ir a la guerra sólo con un cascabel.

2. La ira:

Más popular entre los hombres, este modelo de armadura tiene un slogan tipo: "Soy muy malo, no me molestes, porque te surto!".

Y allí van los caballeros andantes, con cara de pocos amigos y ganas de repartir puntapiés, recorriendo la vida con altanería y poca paciencia. Esta coraza no tiene bolsillos en que quepan las simpatías ni las empatías. Sólo cabe en ella su dueño... y su enorme miedo a los otros.

Sin embargo, presenta una falla de capital importancia: se destruye completamente ante el poder de un abrazo sincero y cada ser querido abre en ella una grieta imposible de sellar.

3. La autosuficiencia:

Es quizás el modelo más caro. Se construye con sangre y se mantiene en condiciones alimentándose de la energía de quien lo usa. Su creador ha de estar dispuesto a usarlo el 90% del tiempo, incluso frente a los que ama.

Protege de desilusiones causadas por incomparecencia, pero requiere una enorme fuerza de voluntad: es un artefacto muy pesado, es muy difícil quitárselo y obliga a su poseedor a tomar todo en sus propias manos.

Su principal problema es el acostumbramiento. Quien la lleva puesta por mucho tiempo, tiende a perder su capacidad de confiar en los otros y se olvida de que, a veces, es necesario un hombro sobre el cual llorar.

4. La tibieza:

Se construye con cualquier material, se arregla con cualquier cosa. El único requisito ineludible para usarla es la carencia total y absoluta de pasión.

L@s tibi@s recitan para sus adentros: "Todo me da igual, todo me da igual" tantas veces, que termina siendo cierto. No importa la entidad del agravio, ni la intensidad del amor que tienen delante, son incapaces de reaccionar.

Es una armadura atérmica... no se puede ser frío mientras se la tiene puesta, pero tampoco sentir el fuego de la vida recorrernos el cuerpo.

5. La frialdad:

Hielo seco, crueldad, desinterés y cinismo, amalgamados cuidadosamente con una fuerte capacidad de almacenar angustia, dan por resultado este modelo de coraza.

Verdaderamente elegante por fuera, resulta increíblemente incómodo para el usuario, en tanto le aprisiona tan fuerte el alma que acaba por desintegrársela.

Contrariamente a lo que pueda pensarse, no se derrite con facilidad y, cuando comienza a hacerlo, bastará la más mínima brisa para que vuelva a aparecer en todo su esplendor.



Creo que no he olvidado mencionar ninguna pero, si lo hice, ruego me consulten... tenemos un catálogo muy completo para el interesado.

No obstante, quisiera recomendarles que obvien las corazas si no les son imprescindibles. Es poco recomendable usarlas por gusto, casi tan poco recomendable como usarlas por necesidad. Como artesana especializada en construcción y ferviente fanática del modelo autosuficiente, aconsejo evitar el acartonamiento y optar por combatir al villano como lo hacen los Quijotes: de frente y mirando a los ojos, aún corriendo el riesgo de recibir una estocada. Podría suceder que el gigante que nos atemoriza no sea más que un molino de viento...

0 comentarios: