Noches porteñas

{ miércoles, 11 de agosto de 2004 }
En la noche del boliche, no hay lugar para sinceridades inútiles. Proliferan los personajes pintorescos, refinados por años de salidas nocturnas: el gracioso, el simpático, el dulce, el galán, el experimentado y el popular borracho lamentable son los preferidos entre ellos. Nosotras nos inclinamos por la femme fatale, la top model, la tímida, la puritana, la que es "un amigo más" o la que - luego de unos tragos y varias decepciones - está de rifa. (Me causa gracia el término, pero Ger, tenés razón... existe!). Lo triste de esto es que cuando llega la mañana del Lunes, todos volvemos a ser los mismos. Estudiantes responsables, trabajadores eficientes, contadores respetables o sacerdotes y monjas de clausura que se encierran de Lunes a Viernes en sus órdenes respectivas, esperando la pesca de fin de semana. Y nos olvidamos del nombre del rubio (¿o era morocho?.. Es q no se ve un carajo!) bajito que nos transamos atrás de la barra o tratamos infructuosamente de adivinar cuál es la cara que se esconde detrás del "Fulana" del celular, que no marcaremos jamás, por miedo a que su voz nos recuerde que es el esperpento al que le tiramos onda para hacerle la mano a un amigo. La disco es un teatro verdaderamente fantástico... una superproducción de Hollywood que al productor no le cuesta un centavo, si consideramos que los actores y actrices pagan por su vestuario y maquillaje, escriben sus guiones, ensayan solos, se presentan puntualmente a trabajar y encima pagan entrada! Si tenemos la suerte de pegar buena onda con alguien, empieza el juego (casi puedo escuchar el tará ta ta ta tá... PLAAAAAY BAAAAAALL!). ¿Me llamás o te llamo yo? ¿El Lunes es muy pronto para verse? ¿Pensará que soy una arrastrada? ¿Será muy de baboso si la llamo antes del Viernes?... Y el infaltable ejercicio matemático - que implica gran agotamiento mental, por cierto - de calcular fecha y hora del llamado teniendo en cuenta que éste debe producirse exactamente en la mitad del tiempo transcurrido entre la última y la próxima salida. Estoy harta de las boludeces que, se supone, son parte de la socialización ¿Qué ley exactamente impide que una persona sea como es en todo momento y lugar, encuentre a otra - que, por supuesto, se muestre como es -, se llamen cuando tengan ganas, salgan, la pasen bien y no tengan que andar inventando gansadas por miedo a quedar "mal"? ¿Cuándo se "queda mal"? Si la respuesta a eso es "Cuando la cosa no es recíproca", creo que entonces, más que quedar mal, no queda... o sea, si no va, se habla y listo. Si en vez de estar maquinando habláramos un poco con las personas ganaríamos muchísimo tiempo que - caso contrario - usaríamos para mirar con cara de imbéciles el teléfono o para inventar delirantes diálogos mentales que nunca tendremos con el otro. Es lamentable la forma que toma la interacción social... pero me explayaré otro día al respecto porque tengo que ir a sentarme al lado del teléfono.

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